Subió corriendo y ante ella el cuchitril donde vivía, que ella llamaba orgullosa su casa, le daba la bienvenida con el mismo desorden que la había despedido hacia varias horas, cerró de un portazo y se dirigió al baño.
Llevaba en la mano la dosis con que le habían pagada el último servicio, una fiesta de ricachones en el barrio mas caro de la ciudad. En pocos años había sustituido el jugar a maquillarse por hacerlo para poder cobrar, había sustituido sus muñecas y juegos de niñas por lo que ahora sostenía en su puño apretado temerosa de perderlo. Ya no hablaba con amigas invisibles y el reno de su infancia al que sólo ella veía se ocultaba tras la sombra de las cicatrices que llevaba en sus muñecas.
Ya en el baño abrió el grifo del agua caliente y llenó la bañera, sobre la pila apoyó los codos y observó su cara reflejada en el único trozo de espejo que aún no había necesitado usar para olvidar, en él se reflejaba una tez infantil ahora sonrojada a base de colorete y un lápiz de labios corrido por besos vendidos. Se observó intentando adivinar quién fue alguna vez, recordó cuando un beso significaba algo y cuando hablaba con sus amigas de clase del chico que le gustaba… ahora multitud de príncipes azules la recogían a diario cumpliendo sobre ella fantasías inconfesables en sus vidas perfectas. No sabría contar las veces que le habían prometido amor eterno entre sollozos de placer y las veces que le había dicho lo especial que era… cada promesa incumplida se desvanecía ahora en cada lágrima que desaparecía por la pila mezclada con el maquillaje que ocultaba algo mas que ojeras y moratones.
Allí desnuda y sin maquillar, la fortaleza que exibía en la calle desaparecía mostrando la fragilidad de quien siempre lloraba sola. En su mano aún sostenía lo único que hoy en día le ayudaba a seguir adelante, sacó de debajo del retrete una cuchara y una jeringa usada solo un par de veces. Con las medias que se acababa de quitar apretó a la altura del bíceps izquierdo, un extremo con una mano y el otro mordiendo con la poca fuerza que le quedaba, calentó la cuchara y preparó su dosis de fortaleza… con la aguja clavada en el brazo miró al cielo del baño y se dejó llevar. La sacó dejándola caer al suelo y se metió en la bañera sintiendo el primer alivio del día. Sobre ella goteaba el grifo de la ducha marcando el compás de un tiempo que pasaba sin que ella lo percibiese.
Sobre su pecho reposó el revólver que la semana anterior le habían regalado después de que un cliente intentase agredirla… de nuevo. Lo observó, había estado allí en otras ocasiones pero hoy brillaba de una manera especial, sus ojos de desorbitaron y le pareció escuchar un golpe al otro lado de la puerta, en el baño los azulejos azul oscuro parecían ceñirse sobre ella el una danza macabra, empuñó el arma y disparó a la puerta, chapoteaba en la bañera en un intento nulo de hacer pie y poder salir, subió la mirada al techo y la luz cegadora de la bombilla la deslumbró haciendo que casi perdiera el sentido, por fin se apoyó como pudo y consiguió salir… llegó al salón donde se desplomó sobre el suelo, en su rostro la palidez de sus mejillas estaba acompañada por el blanco de unos ojos que no se reflejarían mas en el espejo y en su pecho el corazón que había muerto hacía años dejó de latir…
Sobre el papel, su nombre reflejaría el anonimato con el que había convivido desde que perdiese su identidad y su infancia, arrancadas a golpe de promesas incumplidas…