Sra Soledad, creo que te he fallado.
He sucumbido a los encantos y caricias de una amante.
Tu compañía me es grata, pero siempre estás ahí y necesito nuevas experiencias.
Pienso qué realmente no he hecho nada mal. ¿ Acaso debo negar mi sonrisa a quien me la devuelve? ¿ Debo esconder mis sentimientos a quien quiere recibirlos? ¿ Debo permanecer a tu regazo eternamente? No, no puedo. No quiero.
Has sido mi fiel compañía durante largo tiempo, pero nuestros caminos se separan.
Me prometen caricias, besos, cuentos de fábula inventados para enamorados. Me prometen la felicidad. Sra Soledad, la felicidad, ¿ Ha escuchado? Y usted que creía que siempre sería un enclenque tímido bajo su tutela. Yo también lo creía. Pero ahora ya no, ahora ya sólo creo en ella.
Creo que debo despedirme de ti por que tú te lo mereces, sin duda, has sido tenaz con tu propósito y has sabido cuidarme. Pero necesito despegarme de tus ramas, necesito caer a tierra y saborear los placeres de lo hermoso.
¿Acaso la soledad del pensamiento es mejor al disfrute del sentimiento?
No, no puedo creerlo. No quiero.