Ya sea de casualidad o a propósito, siempre acababa pasando por delante su portal. Aquel edificio de 8 pisos que en su tercero albergaba a alguien que me había robado parte de mí. Como un robot programado, ya era inconsciente de girarme forzosamente hacia la derecha, en busca de algún rastro de su persona, cuando pasaba por delante.
Hacía cosa de 3 semanas que no la había vuelto a ver. Todos mis esfuerzos por conseguir un encuentro cercano eran en vano.Todo el tiempo libre lo dedicaba a buscarla. Los días soleados se volvían nublados en mi interior si no la encontraba. Existía una porción de esperanza; en aquel mismo edificio vivía una prima lejana, a la que el tiempo nos distanció por problemas que no vienen a cuento ahora. La cuestión es que cada dos por tres, me planteaba la posibilidad de tocar a su puerta para hablar con ella, lo que significaría en cierto modo tener que rebajarme y tragarme mi orgullo a pedazos. Pero estaba tan enamorado de aquella mujer, que quizás mi prima podría echarme un cable para conocerla. -Esta tarde iré....- Pero al final, me perdía jugando con mis pensamientos y dudas, decidiendo que no era lo correcto.
Durante todo este tiempo, han estado a punto de echarme del trabajo en varias ocasiones. En la última, mientras los gritos del jefe inundaban mis tímpanos por distraerme momentáneamente, mi cabeza no se encontraba en aquella prisión. Estaba volando sobre Juana, viendo su hermoso cuerpo tendido sobre su cama mientras dormía, procurando no hacer ni el más mínimo ruido por miedo a que no se despertase y me golpeará con una escoba.
El cuerpo molido por estar trabajando de pie 10 horas en aquella maldita fábrica dando vueltas sin cesar, no significaba que no sería capaz de seguir caminando en su busca. La última vez que nuestras miradas se toparon, me sentí el ser mas feliz de este mundo. El mero hecho de haber visto esos alegres ojos marrones tan bonitos chocar con los míos, era la fusión de mis mas profundas pasiones con un sueño infinito convertido en realidad.
Fué un sábado por la mañana cuando comprendí que el peor enemigo del amor es la incertidumbre. Aquel día, como era costumbre, lo empleaba para ir de compras normalmente, en su mayor parte ropa o mis pequeños caprichos. No importa decir que la ruta de vuelta a casa era siempre la misma, procurando pasar por delante su entrada, donde la mayoría de veces hasta podía oler su perfume aunque no emplease. En mis manos poseía el último disco de un gran grupo de música, al que le debo parte de mis pequeños momentos de alegría auditiva, cuando mi vista alcanzó allá en lo alto un cartel naranja en el cual se distinguía únicamente desde mi posición, un número de telefono.
Acelerando notablemente mi caminar, y con el pulso tembloroso, descubrí que se trataba del típico cartel publicitario que nos dá información sobre la venta de un piso, y que estaba colocado cerca de aquel balcón, donde en numerosidad de ocasiones veía a Juana observando el paisaje, solo que esta vez, me pareció mas solitario y abandonado que nunca.
Sin duda alguna, mi gran amor no correspondido de mi vida había puesto en venta su piso. Se iría para siempre de aquel lugar. No pude contener las lágrimas al sentir en mi interior que estaba perdiendo parte de mi alma y mis ilusiones de seguir viviendo. Ya no podía pensar en nada. Estaba totalmente poseido por la frustración. Al llegar a casa, me tumbé en mi sofá.
Mi mente era una especie de freidora que cocía rápidamente un montón de pensamientos. -Apuntaré el número de la inmobiliaria- -Llamaré y les diré que quiero comprar el piso- -No!! mejor no! iré directamente a hablar con ella...Eso es, con ella, podré escuchar su dulce voz, tenerla cerca, Dios Mío, que hago?-
Me duché velozmente, escogí uno de mis mejores vestidos, y salí a pauso raudo hacia la manzana colindante. Subí el pequeño bordillo de la entrada del piso. Con el dedo temblando, pulsé el botón que jamás imaginé llegar a tocar. Una voz suave y angelical contestó al cabo de unos segundos....
-Sí...¿Quién es?