Para hacerte una resonancia te deben ofrecer previamente información sobre la prueba, pedirte el consentimiento informado, y algún tipo de preparación previa psicológica, porque es muy habitual agobiarse y que la prueba no pueda terminarse con éxito.
A veces el problema está en que no le explican nada al paciente y pretenden hacer la prueba como si ya te hubieras hecho cinco pruebas idénticas antes, cosa que no es posible. Y si te agobias, la culpa es tuya, o sea, del paciente. Y no es así.
Existen máquinas de resonancia abiertas, como los TAC, pero si no las tienen, te tienes que aguantar con las que tengan.
Te deberían dar un pulsador para que puedas usarlo si te agobias y que te retiren del aparato en ese momento.
Quizá lo peor no es el sonido, sino la claustrofobia. De ahí que como es algo psicológico, si hay una persona al lado que te está guiando, y te dan el pulsador de emergencia, la cosa se puede sobrellevar mejor.
Para hacerse una prueba de estas, lo mismo que para hacerse un TAC, hay que mentalizarse de manera parecida a si fueras a cumplir una misión militar: ayunas más de 8 horas (idealmente 12); ir bien descansado. Llegar antes de la hora. Y estar mentalizado de que tienes que aguantar el pánico o la angustia, porque de ello depende el éxito de la prueba. De manera similar a si por ejemplo te tuvieras que meter dentro del módulo de mando Columbia del Apolo XI, que es un espacio reducidísimo. O peor aún, dentro de una cápsula Gemini, que aún era más pequeña.
Esta metáfora, comparando una nave espacial con el aparato de la resonancia, puede ser útil. Un astronauta tiene que aprender a superar la claustrofobia, o no podrá ser astronauta. Imagina pasarte 6 días enteros metido en un espacio tan reducido que no te puedes poner de pie.