Todas estas noches
Siempre me ronda algún poema en estas noches largas de Enero; suelen ser poemas confusos, como cantos de sirena que me embaucan para arrojar los apuntes por el balcón, y abandonarme a las horas de sueño endeudadas.
Pero no todos son así, algunos de estos poemas me recuerdan a paseos por Carmelitas, donde alguna muchachita de ojos azules y pelo carbón atrae mi mirada, sin devolvérmela, por supuesto; cosa que si hace un vagabundo risueño: “Guapa, ¿verdad?”.
Algunas veces el planeta nos presta algún gajo de felicidad, oculto bajo veinte días sin afeitar y tantos otros años sin visitar una tienda de ropa. Siempre me ha entusiasmado la amabilidad de la sencillez, los mejores momentos no son más que parpadeos inesperados, irrepetibles.
En las habitaciones el aroma del incienso combate con el del café, por ocupar un puesto de honor en nuestra pituitaria, junto a ti despellejo tira a tira el precinto de mi corazón con olor a juguete nuevo, mientras caen fulminantemente todas las mañanas de mi vida.
Cadáver de ilusiones en exilio, las malvas me crían a mí; ya sabes que solo tu semblante perdido evoca una a una las razones por las que resucito cada día.
Romper los espejos, tirar los colchones por la ventana, beber directamente de la botella de leche agria, escribir alguna tontería y pensar al día siguiente que tengo que dejar de perder el tiempo, vistiendo un talento desgarbado de ropas que no merece, escuchar diez veces seguidas la misma canción… la locura tensa la cuerda con una mano y prepara el saco con la otra; pero puedes estar tranquila: esta vez no dejaré miguitas de pan para recordar el camino de vuelta.
La lluvia tamborilea el tejado todas estas noches, la fortuna de no vivir entre cartones insufla el alma de alegría hasta explotar; me encanta la lluvia, pero no me deja dormir.
Recuerdos para mi amigo el vagabundo.
Buenas Noches.