No acostumbro a colgar relatos, pero cogiendo como referencia al gran Álvaro De Laiglesia, y tomándome un respiro en el repaso de mi novela, he creído interesante compartir este desvarío con vosotros.
EDIT: Por cierto, un aviso para que nadie se me asuste: el lenguaje en la narración llega a ser soez y, en casos aislados, puede herir la sensibilidad. Pero es algo normal en este personaje y, por ende, en todo el amplio espectro del relato, pues está escrito en primera persona y el tipo en cuestión está relatando su vida. Como rasgos característicos: es ansioso-depresivo, paranoico, racista y todo lo malo que le puedas tirar a la cara. Además, le encanta torturar bichos. Ahí lo dejo. Quien quiera seguir, adelante. Pero, sobre todo, recordad que es un relato de humor y que este tipo, afortunadamente, no existe.
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Todos putos
Cacho 1
Hoy me ha venido a la cabeza terminar con todo. Postrado en mi silla de hierro forrada de plástico negro, bajo una opresiva luz anaranjada (sí, de esas que en los años setenta causaban bajas por depresión entre los administrativos de oficinas) y con sólo el aire de un climatizador del que, con timidez, entra sin apenas fuerza por la puerta de este dichoso cuarto, me ha venido la peor entre las peores ideas que un ser humano pueda tener: mandarlo..., bueno no, mandarlos a todos a la mierda.
Estoy hasta los mismísimos cojones. Comienzo a pensar si la lotería -la de verdad, la de los numeritos de la suerte del Estado- no es más que un fiel reflejo de lo que es la vida: una ínfima -y jodida- probabilidad de que, algún día (tal vez cuando esté bien muerto), me toque el premio gordo: ¡vivir sin que me la chupen (la dignidad)! O, calla, mejor aún: ¡que me dejen intentarlo! Difícil, ¿eh? Entre hienas muertas de hambre, buitres que más que hambre comen por joder y cavernícolas que piensan que ser feliz es lo mismo que ver a unos cuantos tíos con pantalón corto y camisetas de colorines rezumando por los cuatro costados, la cosa se complica hasta llegar a dimensiones ingentes. ¿Qué problema hay con el "vive y deja vivir"? Sí, mis tres ejemplos son una clara muestra de que tampoco me salvo de truncar este principio universal, pero coño, es que llega un momento en el que no puedes evitar vomitar toda la porquería que antes recibiste y verterla de nuevo encima de sus huéspedes originales. ¿Respeto? A tomar por saco el respeto. ¿A mí quien me respeta? Y no me vale lo de "quiérete a ti mismo primero, que ahí está el problema". Esa falacia la tengo más que estudiada y asimilada, ¡y ejecutada, por supuesto! No hay día que me levante y diga delante del espejo del lavabo: "Yo me quiero mucho a mí mismo. Sí, me quiero...", como si fuera un hipnotizador a punto de lograr que una constrictor no coma más carne en su puta vida. Y es que si Freud levantara la cabeza diría: "Joder, es cierto, el cabrón se quiere. Lo que ocurre es que es un pelín desgraciado." Por supuesto, antes de soltarle una ostia y dejarle la cara como el perfil de un cacahuete gigante, hubiera asentido, dándole incluso la razón a partir de mis ademanes. ¡Pero, eh! La ostia se la lleva. ¿Por qué? Pues porque me quiero, cojones. Y quien dice Freud, dice la gente de a pie; aunque, a decir verdad, éstos se llevarían algo más: un regalito en forma de esputo que iría a parar directo a lo más profundo de su ojo. (Sí, les perforaría la córnea. Soy muy hábil escupiendo; sobre todo mierda).
Reconozco que no siempre he sido tan desgraciado. Ha habido incluso épocas en las que rocé un poco el "nirvana", (se dice así, ¿no?). Eso fue cuando tuve mi propio negocio, por allá en el dos mil tres hasta el dos mil seis. Con esto no quiero decir que tú, que ya te noto avispado desde los renglones de esta hoja, cojas y te montes un negocio... Ejem... Has pensando en una tienda, ¿verdad? Qué guay eso de estar detrás del mostrador y sentirte amo de tu vida, ¿eh?... ¡Y una mierda! ¡Pero de las gordas, como las ensaimadas de las vacas montesas! Primero, eres más esclavo -a nivel burocrático- que un obrero egipcio en plena burbuja de pirámides; segundo, que montar una tienda es una mala idea si quieres vivir de ella sin echarte veintiocho horas diarias de las veinticuatro que, en teoría, existen; tercero, y tal vez la razón de más peso, que los chinos son los únicos capaces de llegar a ese umbral de las treinta horas sin que nadie se entere (de ahí lo de "en teoría"), así que allá tú con las consecuencias de enfrentarte a su ejército de hormigas trabajadoras. Con su filosofía oriental he llegado a comprender que para ellos el tiempo no es más que otra herramienta que pueden moldear a su antojo, unas técnica que los occidentales no dominaremos hasta que acabemos con las patatas bravas de todos los bares. A partir de ahí, tal vez veamos la realidad de las cosas y seamos capaces de comprender que si de verdad existió un Dios en este mundo, sin duda era chino.
Bien, a lo que iba, que me desvío... Y ya sé que, tras lo que he dicho sobre mis amigos de ojos hilvanados, esa época parece más otra pesadilla morbosa de mi vida que un paréntesis de esplendor. Pero créeme que no fue así, no del todo. Hubo algo de felicidad. Y no, no soy un insaciable masoquista que... ¡Déjame terminar, cojones, y no me distraigas más con tus ideas de bombero, ¿vale?!; sólo entonces sabrás por dónde van los derroteros... Bien, pues eso, que tuve un negocio, sí. Y sólo por ser más tocacojones, mira, era mitad tienda; la otra mitad, una sala recreativa para adolescentes sudorosos. Y no, no tengo ningún desvío extraño, señor Freud. (Me ha venido otra vez a la mente este cabrón, qué cosas) Monté esa empresa no porque me gusten los niños, que no me atraen en ninguna en sus formas (antes me ponía enfermo el pensar que un día podría ser padre y ahora lo que más deseo es ser director de un reformatorio donde se permita la Santa Inquisición), sino porque los videojuegos fueron, son y serán un hobby muy preciado en mi vida. Y un día pensé: "Coño, ¿y si monto un cíber, pero un cíber molón con tienda y cosas chachis?". Vaya, ese día creí haber descubierto la pólvora, obviando el detalle que ésta lleva más de nueve siglos inventada (por chinos, fíjate tú). Pero yo, optimista entonces y un poco gilipollas hasta hoy, seguí adelante. Y lo monté, porque me quiero mucho. Y porque tenía la pasta suficiente, qué coño.
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Si os gusta seguiré, que me va muy bien para desconectar un poco del terror y la ciencia-ficción.