Era curioso ver a la gente andando de un sitio para otro. Yo estaba parado, observando. Era una mañana normal, de otoño, y las hojas secas eran parte del escenario. Empezé a maquinar una estrategia para sacar algo de pasta, el mono empezaba a llamar a mi puerta. Cuando el mono llega el miedo se va. Sólo necesitaba pasta, un chute, caballo, mi vida, nada. Es algo tan complejo...
Una furgoneta de reparto de ropa deportiva estaba estacionada en doble fila en ese momento. La gente continuaba andando de un sitio para otro, los semáforos seguían cambiando de verde a rojo, pero a mi todo eso me daba igual. La oportunidad me llamó con cuatro intermitentes de emergencia, allí estaba mi chute. Me aproximé a la furgoneta. Estaba abierta. Conseguí sustraer dos pares de zapatillas y un chándal, y corrí como un desalmado, mientras la gente seguía andando de un sitio para otro. Corrí hasta un viejo portal del casco viejo, y me metí en él. Ni siquiera sabía si alguien me estaba siguiendo, pero yo me escondí. Bajó un vecino, un buen hombre, y me vió allí, acurrucado. Sólo me miró una vez, no se volvió para mirarme mientras salía del portal. Necesitaba una dosis. Ya.
Conseguí una a cambio de los dos pares de zapatillas. Elegí un rincón cercano para matar el mono, aunque sabía que volvería. Y lo volvería a matar. Hasta que terminase con mis dias. Ahhhh dioss... la heroína me poseyó, era todo suyo.
Y la gente seguía andando de un sitio para otro, y las hojas secas formaban parte de una escena estremecedora, y los semáforos cambiaron de rojo a verde, temporalmente. Pero a mi todo eso me daba igual.