Hola a quien lo lea.
Mientras de tus ojos brotaban narcisos mis dientes astillaban esmalte.
Busqué en mi memoria el discurso repetido tantas veces y me lancé a un monólogo disfrazado de diálogo. Asumí la pérdida de tiempo como un escudero mientras los pétalos de narciso recorrían tu rostro. Percibí miradas, no dejé que me afectara la vergüenza, escuché comentarios, no quise traducirlos. Despreocupé mientras cena tras cena redirigía las conversaciones como un encantador de serpientes.
En silencio, mirando el segundero de coches que pasan, recuerdo; Lágrimas en el sofá, una perra, lágrimas en la cama, puertas agujereadas, peluches comprensivos, lágrimas ajenas, el sonido de llaves en la cerradura, lágrimas en el pasillo, mentiras, lágrimas en el lavabo, mejillas que escuecen, lágrimas en la cocina, gritos en los ecos, lágrimas en los sueños, un niño.
Ahora, en el desgarrador presente tras un recuerdo, te odio.
Como un ying-yang, el recuerdo está enlazado al odio.
Un saludo.