Tristeza

Tristeza,
no seré tu puta entaconada esta noche. No seré la vagina ardiente que en sábanas suaves te aguarde para dar cobijo a tus dominios.
Podría venderme de lujo a tus lágrimas, condenarme a esta esquina de ladrillos vacíos y así no tener que forzar mis músculos para esbozar ninguna sonrisa, pero ya no me rindo a tus encantos, a la sutil elegancia de tus palabras, ya no quiero en mi cuerpo gota de tu sudor ni a gran precio pienso dejar que sean tus manos las que tapen mi boca para ahogar mi voz descontrolada.

Tristeza,
ya no eres bienvenida entre mis piernas, ya no te esperan noches desinhibidas a la luz desprotegida de mis ojos.
No importa que bajo el cielo oscuro aparezcas engalanada de champán y fresas, no pienso descorchar ninguna furiosa botella para servirme de tu vicio.
No te añoro, ya sólo guardo para ti el reencor de haberme seducido para dejarme caer cual párvulo inocente en tu regazo.
Déjame perderme en las cenizas de tu memoria, en el agrio camino de tus olvidos, no me busques hoy.
Estoy vendida, vendida... ¡maldita puta soy!, pero no a ti tristeza, no a ti estoy vendida, al mejor postor lo estoy.