deeva escribió:Imaginatelos desnudos.
Quiero denunciar públicamente la peligrosidad de tu consejo. No solo es totalmente ineficaz, sino que acabó con mi carrera profesional, y voy a contarlo aquí mismo.Soy (era) profesor de Educación Física, y hace unos años decidí pasar de dar clase en Secundaria a la enseñanza universitaria. Y no es lo mismo, créeme. El primer día de clase me planté allí, con mi chándal de 200 euros delante de casi un centenar de alumnos, y me entró un miedo escénico casi insuperable. Entonces recordé el consejo que tú acabas de dar y me imaginé a las hermosas universitarias de pechos turgentes y labios carnosos que se sentaban en primera fila
completamente desnudas.
Fue entonces cuando mi pene empezó a cobrar vida propia.
Intenté ocultarlo por todos los medios, pero ya sabemos que las medidas eolianas son difíciles de ocultar en plena erección mañanera. Las alumnas se dieron cuenta, sus compañeros empezaron a cuchichear, oí suspiros y muestras de asombro entre las asistentes; incluso se desmayaron unas monjas que venían de oyentes.
El incidente llegó a oídos del decano de la facultad, quien me exhortó a abandonar la docencia al día siguiente mediante un triste burofax a mi nombre. Llevo sin trabajar desde aquella mañana de 2007 y sobrevivo gracias a la paupérrima pensión que recibe mi tía Eustaquia, a cuya casa me vi obligado a mudarme por no poder pagar el alquiler de mi estudio.
Esta es mi historia. Preguntadme lo que queráis.