Como casi todos con los recados, que te mandaran a por pan y el periódico y si estaban de humor caía alguna monedilla que otra... o te la quedabas tú sin permiso.
Otra buena era acompañar a mi madre al hipermercado y ofrecerte a devolver el carro, a veces se hacía la sueca y te dejaba quedarte con los veinte duros, pero no siempre. Aunque esto se limitaba al verano ya que normalmente solía (y suele) hacer la compra por la mañana.
Lo mejor era cuando quería comprar algún pescado en especial, de los que se agotan rápido y quería el primer ticket de la cola. La sección de pescadería estaba al fondo. Nos colocábamos en la puerta a las 10:00, cuando abrían y salían todas las marujas disparadas hacia allá me mandaba a mí y rápido como una liebre se lo consegúia. Ahí ya no podía negarse a darme la monedilla.
Bonitos recuerdos.