Este tipo de sucesos se han convertido en habituales, no sólo durante el verano en zonas de playa sino durante todo el año en fiestas locales.
Cuando no se cae un guiri de una habitación, atropellan a un erasmus en la autovía de una ciudad, junto a la carpa de las fiestas, un borracho se va puente abajo y termina en el fondo del río ó cuando es invierno y llevan unos días desaparecido, encuentran el cadáver, muerto de frío en un descampado, porque se durmió borracho...
Al final es el resultado de juntar el escaso interés que las últimas generaciones de padres tienen por educar a sus hijos, muy especialmente en una edad tan conflictiva como es la adolescencia con la promoción que los gobiernos y la propia sociedad realizan del alcohol y la fiesta, sustitutivos del antiguo pan y circo.
Una sociedad alcoholizada y hedonista es tan fácilmente controlable como un hijo de educar cuando decides mirar a otro lado en lugar de esforzarte por enseñar, orientar y en su caso castigarlo desde que es un niño.