Una roca que se conoce a sí misma observa desde la sombra de un sol melancólico. El aire sucede al verano; la chica llora mientras alguien desaparece. La acera impertérrita aguanta eternidades de alcohol derramado sobre su piel y jocosas carcajadas de quimeras espontáneas. Un cuerpo sangra y se llena de plumas. La roca sigue mirando.
La calle recuerda que olvida la hilarante escena del común ciudadano y manda callar a sus farolas. Se cierne la oscuridad sobre la ciudad hambrienta. Parece oírse el acorde de una guitarra acústica. Bailan los periódicos un triste despido militar, enamorándose, degustándose, comprimiéndose. Tras el frío escaparate de una cafetería desnuda un bohemio se deleita con la amargura de su vida, ''póngame una taza de angustia''-dice él.
Suena el trueno sobre la montaña más alta; una mujer leal a su amado. Un relámpago ilumina la ciudad; el rostro de la mujer al descubierto y una discusión. Se pregunta el bohemio si aquellos dos que ruedan colina abajo dormirán juntos esta noche, ¡cuan le gustaría a él abrir el cajón de su habitación y encontrarse una suave pieza de ropa interior!
Los coches salpican el agua suficiente como para formar presas en las cunetas. Un bosque frondoso tras la carretera. Varias sombras sentadas entorno a un fuego. -¿Qué celebramos?-se escucha. -Que no existen los días. Que la vida es digna de ser un presente, una continuidad espacial.-se oye musitar.
Me apetecía contarlo.