Un día en el metro

Una pareja escucha a las lejanías el pitido de las puertas del metro y el rumor de cientos de pies golpeando el suelo, mientras continúan saboreando los labios de su amante. Un joven se levanta nerviosamente del banco para dejar sentar un señor con bastón negro, a lo que el señor agradece con un movimiento de cabeza, mientras los demás integrantes de la sentada continúan mirando con vergüenza el fondo del túnel. Una señora resopla levemente, para después humedecer sus labios y seguir pensando en porqué ha de ponerse esos tacones que la atormentan para acabar pensando en el jefe de administrativos que acaba de ver. Una madre mira la sonrisa de su hijo y girando la cabeza empieza a lagrimear pensando en cuanto más tiempo Dios mantendrá a su hijo con vida. Un niño sonríe a su madre sintiéndose protegido y querido, a la vez que piensa en la piruleta que le han dado antes por ser un hombretón. Un tipo pálido y delgado se apoya en la pared al lado del banco para no ocupar sitio de la vacía estación, pensando en que comerá hoy, si es que consigue comer algo. Una profesora de instituto sienta a dos de sus alumnos en el banco para controlarlos mejor, sabiendo que no será así, pero preguntándose porqué eligió el futuro que tiene. Un hombre trajeado se levanta del banco, con cierto asco al mirar las posibilidades de que su traje perfecto deje de serlo. Un borracho se tumba en el banco medio vacío, acabando con sueños que empezó cuando era joven. El operario que limpia maldice algún pariente mientras rasca una y otra vez la pared y observando el suelo se dice que hoy irá a ver a sus padres. Dos señores vestidos para la ocasión aparecen, recogen y desaparecen. Una señora trajeada observa el lugar y habla con alguien, dice algo a otra persona y empieza a pensar con el día le viene encima. Una chica uniformada llega al banco y lanza una mirada de desagrado, volviendo su cara a las vías recordando a su hermano. Un señor se lanza al galope a la vez que lanza gritos que se pierden en la oscuridad del túnel, sintiéndose otra vez vivo. Trozos de pelo, cráneos o vísceras resbalan suavemente por la pared, detrás del banco. Mi cabeza de desploma en el suelo después de retumbar violentamente contra la pared. Una fría mano sujeta la pistola y un dedo tembloroso duda que movimiento toca. Mis ojos gotean, saco de la mochila la pistola e introduzco el cañón en la boca. Me siento en un banco de la parada de metro y me acuerdo de mi familia, que me quiere, y de mis amigos, que quiero.
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