Me detengo e inspiro. Reconozco que vivo y me sonrío por ello. Me permito el lujo de dejar de vivir, para poder pensar, aunque sea un minuto. Y pensando recuerdo, y si recuerdo un minuto, es de cuando era muy pequeño, cuando el viento me rozaba la cara. Sobre los patines heredados de mi hermana me deslizaba cuesta abajo sin miedo, sin rencor, sin expectativas. Las correas apretadas al máximo aún cedían espacio a los pies y las piernas temblaban descontroladas, pero nunca lo sentí, lo único que recuerdo, el viento en la cara...
Recuerdo el minuto en que mi chándal de segundo uso se llenaba de barro al caer al suelo empujado por los populares del colegio; las lágrimas en los ojos me cubrían la vista, ero aún hoy puedo oír, las risas y el: "Levántate gordo".
El primer minuto de soledad en el internado, sentado allí donde tantas veces volvería con el tiempo y pensando que quizá , todo sería diferente, que volvería a empezar, que las burlas y las risas en las nuevas paredes no resonaban. Aliviando el miedo con la esperanza, aprendiendo a vivir...
El minuto de una clase cualquiera, en un día cualquiera en que todo y todos ya no venían a importar. El tiempo dejado escapar tras la ventana donde posaba la mirada cuando no la podía mirar. Observando su reflejo imposible desde mucho más atrás. Los segundos, los gestos, los minutos las sonrisas, los sentimientos, mi vida...
El segundero sigue su camino en el reloj, y los minutos se suceden en mis recuerdos. Me detengo en aquél que me dijo que no. Cinco años de silencio, de secretos, de cuidar de ella en la oscuridad, rotos en ese minuto que dejaba el tiempo sin sentido, mi corazón vacío y mi destino sin razón.
Recuerdo el minuto de los primeros besos, y sonrío y siento lo que entonces nervios e ilusión me vetaron de sentir. Un minuto de caricias, un minuto de miradas, un minuto de risas y un ciento de lágrimas... El segundero casi termina y poco me queda por recordar.
Me despido con el minuto de esperanza que me han venido a traer, un minuto que no recuerdo sino que aún vivo; juicioso pero altivo se abre camino y los demás han de ceder. Llega en el último instante pero largo debía viajar; camina desde que el viento rozó mi cara, desde que me hacía soñar; vuelve ahora conmigo y puedes ver, no me despido, pues conmigo se ha de quedar.
He viajado por el tiempo en una máquina particular, he viajado en un recuerdo que nunca quise olvidar; me detuve 60 segundos para permitirme soñar, y acabado el sueño debo continuar pues la vida es un minuto y en un segundo, puede acabar...