Rigor
espiritual
por trascender
al brillo
de la mañana,
al sol impenitente,
al calor que
se apodera
del clima.
Tras abrir la ventana
las motas
de polvo
me recuerdan
dónde me
encuentro;
es en mi tierra,
ancestral
y bohemia,
donde
el peso de
la historia
se injerta
en mi cuerpo
telúrico.
Hermosas amapolas
se introducen
vagamente
a través
de mi futil ventana,
presas
de un viento
que las dirige
hacia mi alma.
Su olor
atisba
mis sentidos,
sus colores
nublan mi vista,
quiero abrazarlas
hacerlas mías,
pero
el mágico baile
que protagonizan
solo me permite
admirarlas.