Lo cierto es que no me da vergüenza.
No, no me da vergüenza decirlo. Estoy enamorado.
Me despierto pensando en ella. No pienso en su pelo, ni en sus ojos, ni en sus labios. Simplemente pienso en ella, en su expresión, en su aura. Pienso en su calor, en su aliento, en su voz. No, no me fijo ni en sus labios ni en sus dientes ni en su lengua; me fijo en su sonrisa, en su beso. No, no me fijo en su andar, ni en sus curvas, ni en sus pechos; me fijo en sus gestos, en sus abrazos, en sus besos.
Es cierto, estoy enamorado de ella. Pero no la echo de menos. No la echo de menos porque ella es mi vida, y se que siempre está conmigo. No, no la tengo a mi lado. Ahora mismo está algo lejos, pero me da igual. Se que está conmigo, se que cada vez que mira su cartera me ve a mi, y se que siente lo mismo que yo siento al escribir lo que escribo.
No se, no se que decir en este momento. No se si hablaros de nuestro viaje a París o de nuestra visita a Venecia, no se si comentaros nuestras tardes en el parque o nuestras charlas en el puerto. No se si contaros nuestras primeras miradas, o nuestros primeros besos o nuestras primeras noches.
Quizás debería comenzar por hablaros de ella, pero no, no caeré en ese error. Guapa, amable, simpática, comprensiva, alegre, feliz, cariñosa, fiel, leal, amiga, hermosa, honesta, ella...
No.
No caeré en ese error.
Ella es
ella
Mi vida.
Dedicado a ti