-¡Qué buena está! ¿Eh, jefe?
-Ramírez...
-¿Qué jefe? ¿No es verdad? Está muy buena...
-Estaba Ramirez, estaba...
-Bueno, sí, eso... qué tetas ¿eh?
-Ramírez, por favor...
-¿Qué?
-La familia, Ramírez, joder...
-Ah, sí, ya... me callo.
-No, que haga las preguntas y me deje solo, ande.
Desplegué el material y empecé a estudiar la escena del crimen.
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Lloraba como un niño. Mojaba su pecho con mis lágrimas y sentía sus caricias en mi pelo y por mi espalda, intentando calmarme. Lloraba ella también.
Las palabras habían salido de mí lentas, desgarrándome por dentro. Confesé dudas, miedos, confesé infidelidades y estallé en lágrimas. Y ella me estaba consolando a mí.