Hasta hace un par de años, no vendía los juegos que más me gustaban. Hasta que un día, viendo las estanterías, pensé: ¿para qué narices quiero tropecientos juegos cogiendo polvo, que rara vez tengo tiempo para rejugar a alguno, como el que tiene síndrome de Diógenes? Dicho y hecho, juego que me paso, juego que vendo/cambio. Y en el bolsillo se nota, oiga. Durante mucho tiempo consideraba "importante" coleccionar los juegos ("¿y si quiero rejugar alguno?", "¿y si dentro de x años no lo encuentro por otro lado?"...?). Al carajo, no sirve para nada... A disfrutar la vida que son dos días, y a no comerse el coco con pamplinas.