Cuando te conocí no pude sino sentirme atraído por ese misterio tuyo.
Cuando te tuve, probé tu dulzura y me llené de ti; nunca saciado, siempre hambriento de más.
Pero cayó la máscara con que ocultabas tu carácter amargo, murió el carnaval de nuestras noches entre sábanas que usamos a modo de bambalinas entre las que nuestras emociones jugaron a esconderse.
Quedaste tú, rostro descubierto, y supe que el juego de máscaras siempre había sido un baile con la muerte.