Aquí nadie pide aplausos, ni besos, aunque qué buenos saben. No, queridos amigos de Eolo, Palmiro muchacho de viento que viene y va está aquí otra vez. No os olvida. Y os envía este poemastro, cosa de poca medida, leña y vaya usted a saber. Espero críticas, sobre todo me apasionan, y no soy masoca, las severas. Mis abrazos a todos.
VIOLANTE EN SU ALGAIDA
La España de Castilla y Melibea,
añeja cual tu abuela y la mía,
tiene malas entrañas de arpía,
de vieja ramera,
de tiro en la nuca y sacristía.
Negadora de Machado y olvidada de su hermano,
Manolo por más señas,
pornógrafa y ramplona,
desabrida, corrupta y televisada,
España que obedece y engaña,
aborrece y muere, envidia y regaña.
Me arrepiento en España
de todas las Euskadis,
de las malas hijas con vientre de madrastra,
de zorrones quitaimpuestos y embusteras,
de corderas armadas con el 9 parabellum,
de las patrias con alma de garduño,
de los bosques que arden en su ardiente estío,
de la muerte, sus voces y el llanto que anochece.
Sueño una España de Quijotes y Rosalías,
hecha de paisajes, recuerdos y utopía.
Un columpio de besos, un tobogán de risas,
donde mande más la gracia que la mano.
España en la que reine el sol del mediodía,
la paz de los valientes y el biquini de Eva María.
No llamad a esto soneto, pues son versos a su aire,
aquí ni somos catorce, ni falta ni sobra nadie.
El poeta improvisa rimas y escarba en sus bolsillos,
luego imagina a Violante cual púber
ladrón de besos de lengua, saliva y tornillo.
Puesto en pie, grita: ¡Viva!, y el vivir
que es perdurable a todos engaña
en la España de Melibea, del Mono Burgos y Azaña.
(Y que Dios perdone mis ripios. Amén).