Hay voces que son como objeto desvirgante.
No todo el mundo espera el momento en el que objeto sea también parte de la acción. Los hay que no se percatan. Y algunos, algunos locos, nunca olvidan el momento, la voz.
No hace falta ser un erudito o peor aún, creer serlo, para saber que las palabras que siguen ahora son sobre, y no me atrevo a decir para una voz.
Verano está en mis ojos, verano trae consigo una voz, que llega como un soplo de brisa perdida para penetrar con todo permiso hasta el último rincón del oído, hasta allí donde la lluvia se convierte gustosa en la ofrenda a la tierra baldía. Mi cerebro percibe, se moja entre dulce y mágico, canción de arpa, xilófono suave, susurro extraviado en la piel, en mi piel, donde siempre es verano, donde sólo una voz la hace verano, la misma voz que hace hinchar mi corazón, el mismo corazón que guarda un secreto a voces.
Verano no olvida ni en otoño, ni en invierno, ni siquiera en primavera, el placer y deleite de cada palabra, cada risa... diría yo que incluso el silencio, el adorable silencio que esconde sólo esa voz.
Podrían existir o nacer mil razones por las que negarse a olvidar, y novecientasnoventa y cinco de ellas no importan.
Es la primera vez que una voz llega tan lejos, que consigue abrirse paso entre conexiones, fluidos y otros asuntos que responden a la química y la ciencia, escuchando no hay más ciencia que sentir.
Pellizcos en los sentidos, impulsos en el alma, así se graba un recuerdo que no consigue, ni puede, ni quiere, ni intenta perecer.
No es fácil arrancar una imagen a una voz, y aún así hay voces que lograran arrancar toda imagen de cómo pudieran ser las cosas, o de como pudiera creer tener uno la horrible idea y visión de la manera en que son.
Quizás no sea capaz de moldear con mis manos las palabras que pudieran moldear tu voz, quizás por eso las escribo, para que tú las moldees.
Gracias por tu voz.