En los ojos, charcos de noche. Las manos son parte del aire, parte de tu piel, parte de mis venas. Y la saliva se va secando.
En la noche, como un relámpago fugitivo de un amor doloroso se encontró el sentimiento perdido. Como un recuerdo, pero teñido de negro. Y la saliva está seca.
Los charcos de noche son espacios de negrura licuada, densa como la culpa. Eso son sus ojos. Y no hay otros, ya no están otros. Se acabó. Uno solo con la saliva seca.
Morir por unas horas, despertar con la mente nublada y antes de saber dónde estás despertando sientes que estás dentro de ella. Y la lengua se asoma a los labios.
Amanecer tus ojos sin mi piel. Despertar mis manos sobre tu alma y sentirme dentro de ti. En un tropiezo del tiempo nuestras pieles se confunden y comienzo a conocerte entera, cada rincón oculto, y a sentirte tan viva dentro de mí. Como la savia de este mundo, que arde.
Y ser, en el final de la noche el suspiro de alivo del ave escondida. Y tener en los ojos, semillas de vida y en las manos la caricia de tu ser.