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miguel_perez escribió:
Si lo analizáis, es absurdo leer un libro de literatura tipo Camilo José Cela o autores así. Todo lo que cuentan es mentira. Lo veo un poco infantil.
Chota-sama escribió:Es cuestión de gustos, quizá te cierras un poco en la forma en que lo afirmas.
Pero vaya, seguro que hay mas gente como tu.
A mi me pasa en un sentido parecido, no me gusta leer/ver dramas o historias demasiado actuales/reales. No así con la historia o los libros, y docus, de consulta pero lo que son historias actuales, o algunas demasiado dramáticos realistas pues las evito bastante, pero no las detesto.
Pero cuando leo o veo una película suelo tratar de distraerme, evadirme, y recurrir al drama con la cantidad que tenemos ya fuera de las paginas del libro, de la pantalla de cine, se me hace pesado.
Aun así no hago ascos, son preferencias y también épocas, en épocas de mayor animo te da mas igual comerte un dramón literario o cinéfilo que en épocas mas bajas.
Lo único que te diría es que trates de ser algo mas abierto de miras, que por la forma que lo has expresado quizá fallas por ahí.
miguel_perez escribió:Os resumo mi situación:
1) me gusta leer y aprender cosas.
2) Pero detesto la literatura/cine.
Knos escribió:Como escritor de ficción me siento repudiado
[...]La teoría del pensamiento encaja además con la naturaleza humana que siente emociones no sólo con hechos reales que le acontecen, sino también con las ficciones, ya sean inventadas por otros o por uno mismo. Es inherente al ser humano emocionarse con el contenido de la imaginación.
Esta capacidad de emocionarse con el contenido de los pensamientos tiene una función práctica para el ser humano, ya que le permite reflexionar sobre situaciones imaginarias, sobre cómo afrontar adversidades, sobre el mejor modo de resolver ciertos problemas, ya sean realmente venideros o no. Imaginemos, por ejemplo, una película en la que los protagonistas son niños enfermos de cáncer que residen en un hospital. Ello nos llevaría a reflexionar sobre esta enfermedad, sobre cómo afrontarla desde diversos puntos de vista: el del enfermo que sufre en sus propias carnes el dolor; el del familiar, que ha de mostrar su apoyo al enfermo; el del equipo médico... Y reflexionaríamos sobre ello sintiendo emociones genuinas, entristeciéndonos, apenándonos, alegrándonos, etcétera, de manera real, hasta tal punto que hay personas que incluso lloran a causa de estas emociones generadas por una ficción.
Aún hay más, sin embargo, pues estas emociones no tienen por qué propiciar únicamente reflexiones prácticas, que tengan una función en el mundo real, antes bien, también pueden generar preguntas filosóficas, preguntas sobre la propia existencia. Siguiendo con otro ejemplo, pensemos en una película de zombies, en la que un personaje se ve obligado a matar a una persona cercana por haberse convertido en zombie. Este hecho tan repetido en este tipo de películas, puede suscitar por ejemplo la siguiente pregunta en el espectador: ¿es el cuerpo de una persona el que la define, si estamos dispuestos a acabar con él aunque aún siga en alguna forma de vida, o es más bien el pensamiento lo que define a una persona? De este modo, podemos reflexionar filosóficamente a causa de las emociones generadas por una ficción.
Esta capacidad de emocionarnos con ficciones propician reflexiones que son importantes porque son una fuente de conocimiento, nos permite aprender, aprender a reflexionar, a afrontar situaciones... Si nos fijamos en el primer ejemplo, si un familiar nuestro contrajera cáncer, tendríamos una mejor idea de cómo reaccionar ante tal situación, de cómo afrontarla, cosa que no sería así de no haber poseído la capacidad de emocionarnos con ficciones. Así pues, esta capacidad supone un proceso de aprendizaje que nos permite ampliar nuestro conocimiento.
La ficción, por tanto, no es únicamente una forma de entretenimiento, sino que permite al ser humano emocionarse de manera genuina ante situaciones imaginadas por otros o por sí mismo, y ello supone una inestimable fuente de conocimiento, de aprendizaje.