Seguimos con
noticias en plan News of the World. El pasado jueves el presidente de los Estados Unidos firmó una nueva ley que prohíbe el envío y publicación de mensajes molestos u ofensivos de forma anónima. Concretamente, la ley dice lo siguiente:
"Quienquiera... utilice cualquier dispositivo o software que pueda ser utilizado para originar telecomunicaciones u otro tipo de comunicaciones que son transmitidas de forma completa o parcial, por Internet... sin revelar la identidad y con intención de molestar, abusar, amenazar o acosar a cualquier persona... que recibe las comunicaciones... será multada bajo el artículo (NA: title, la traducción puede variar) 18 o encarcelado por no más de dos años, o ambos".
Dicho párrafo, aparentemente tan bien descrito, se puede encontrar en un paquete de medidas para evitar la violencia contra las mujeres en Estados Unidos y en un principio intenta evitar el acoso electrónico. El problema básico está en la palabra "molestar" (annoy). ¿Qué es molestar? ¿Quién considera lo que es una "molestia"? Si un usuario anónimo dice en Usenet que la RIAA es la cueva de los 40 ladrones de Alí Babá, ¿molestará a alguien? ¿Y si una pareja discute en un foro? ¿Y si un trabajador despedido pone a caldo a su ex-empresa en su bitácora?
Lo lógico es pensar que nadie permitiría que se abusara de la vaguedad de la palabra, pero la historia dice que si una ley, por torticera que sea, existe, alguien la utilizará en su provecho antes o después. Afortunadamente no pasará mucho hasta que un juez la tumbe, pero hasta entonces tal vez nos proporcione algunos momentos de pérfido entretenimiento.
Para que luego digan los niños que la semántica es aburrida.