Ni en los tiempos más ácidos de los enfrentamientos verbales entre Aznar y Gonzalez, se vió tanta visceralidad como la que en la última década se ha podido contemplar en la vida política española. Yo no sé si eso se contagia a los demás, o solo resulta que los políticos son simplemente como todos los demás, pero lo cierto es que el envenenamiento de la relación con las personas por temas puramente políticos, se suma al envenenamiento por razones económicas, en un pais que tiene una tradicion de guerracivilismo, y que no debería perder del horizonte visual la experiencia de los balcanes.
En España, conseguir algun logro económico es algo que hay que pensarse dos veces antes de airear, y no lo digo yo, es algo que se nota. La envidia existe, y es real, y la visceralidad acecha en cada esquina.
No tenemos muchos referentes de los que podamos sentirnos orgullosos, y si muchos de los que avergonzarnos, y no nos damos cuenta de que los cimientos se pueden convertir en arenes movedizas en un suspiro con solo un pequeño detonante.
En mi edificio, hay una señora que junto con su madre se ha dedicado exhaustivamente durante años a estar en el lavadero, que tiene forma de terraza abierta, y que da al patio interior del edificio, para estar alli gipando que hacen o que tienen los demás, y a poner a Camela y Los Chunguitos en el patio para que lo oigan todos. Todo eso regado con dinero de no se sabe donde, por que trabajar, poco o nada.
Hubo un momento, cuando comenzo la pandemia, en que todos los vecinos pasabamos mas tiempo en casa, por los confinamientos, y cuando otros se dedicaban a cocerse bebiendo latas de cerveza desde por la mañana, yo me dispuse a invertir mis ahorros en bolsa, aprovechando la caida del precio de los activos. Hablaba de esos temas por teléfono con uno de mis sobrinos, y con una amiga de Madrid. Me di cuenta algunos meses mas tarde, de que todo lo que yo decía en mi casa, estaba siendo monitorizado al detalle, y hasta comentado sin ningun pudor de forma que yo podia oirlo, por los vecinos del piso de arriba, y por familiares de esta señora que acudian allí con el único fin de pegar la oreja.
Desde entonces, en mi edificio, hay una autentica guerra, una guerra de verdad, en la que al salir a la calle hay que pensarse si llevas navaja en el bolsillo o no, por que la calentura es extrema, y el odio se respira. Y cuando vas a la policia local o a la guardia civil, o al ayuntamiento, con los inútiles estos, nadie se mete. Esto, es real, es España, es el sur, es en Almería.
Los foros son foros y la visceralidad y la falta de respeto son mas inofensivos, o no, pero la visceralidad, la envidia, la vagancia, el odio y la chapuza son reales, y estan ahi. Os lo puedo asegurar.