No, no es cosa sentimental. Es que quiero presentarme a un concurso de cartas de amor y no se si tengo alguna posibilidad, si me dijeseis lo que sobra y lo que falta en este borrador a lo mejor la presento
Querida Laura:
Por favor, no quemes esta carta antes de leerla, te prometo que en ella no encontraras orgullo ni reproches, también te prometo que no te suplicare que vuelvas a darme una oportunidad, y tampoco me arrodillare ante ti pidiéndote perdón con mis gimoteos, se que eso tan solo serviría para que me despreciases aun mas de lo que, me imagino, me desprecias ahora mismo.
Con esta carta tan solo quiero contarte la verdad de lo que paso el ultimo verano, necesito contártela.
Necesito contarte que nada fue fingido, ni por un instante, todas aquellas caricias, todos aquellos besos, ¿has podido llegar a dudarlo?, no, no lo creo, sabes muy bien que la autentica pasión no se puede falsear.
Pero te conozco bien, se que la desconfianza es la eterna inquilina de tu mente, se que piensas que te traicione por dinero, que te utilice para conseguir mis fines, que fue todo un plan trazado previamente. No, no fue asi.
Fue un golpe de suerte el que me llevo a entrar en la plantilla del museo y la primera vez que te vi alli con tu sonrisa encantadora y tu mirada serena pense que, efectivamente, habia sido la diosa Fortuna quien me habia llevado alli, huyendo de un pasado reciente que queria olvidar.
Mi intención en todo momento fue compartir el dinero contigo.
¿Cómo iba a imaginar que tu lo despreciarías?.
Ahora lo se, en tu corazón no hay lugar para la avaricia.
Es algo en lo que he pensado largamente, quizás sea porque tu no tuviste que soportar las humillaciones y miserias que yo he pasado y sigo pasando, quizás sea simplemente que eres mejor persona, o quizás sea culpa de tu extraordinario amor por tu trabajo.
Seguramente esto ultimo.
Yo podía verlo cada día, cuando después de que se hubiese marchado el último visitante, cuando las salas estaban en penumbra, te paseabas delante de los expositores del museo.
Entonces yo veía claramente un brillo especial en tus ojos, un brillo que yo, estupidamente, confundía con el deseo.
Ahora lo veo todo claro, donde yo solo veía el valor del oro y de las joyas, tu veías arte, donde yo solo veía un trozo de chatarra valiosa para fundir, tu veías la mano del artesano que la labro hace siglos.
Que idiota, que idiota fui.
No supe ver que el museo era toda tu vida. Que no lo dejarías por nada. Realmente, en lugar de jefa de planta deberías haber sido tu la directora, en lugar de aquel cretino insoportable. El cretino que (supongo que ya lo sabes) tuvo mucha culpa de que yo tomase la equivocada decisión que nos ha separado.
Mi deseo era que quedase como un imbecil, ¿y que mejor forma que aguandole su bonita exposición de aniversario?. Si, lo admito, lo queria ver humillado desde el dia en que te culpo injustamente del caos de visitantes que se formo aquel fin de semana, se que tu intentaste prevenirle y el, como en tantas ocasiones, no te hizo caso.
Si eso no hubiese pasado, pero, sobre todo, si mi antigua patrona, la soberbia y millonaria viuda, no hubiese asistido a la exposición especial del aniversario, si no hubiese visto el medallón, nada de esto hubiese pasado.
No me preguntes sus motivos, por favor, yo no se los pregunte. No se que fue lo que vio en el, no se que clase de repugnante locura le producía verlo, ni se porque me hablo de aquella forma tan ansiosa cuando al día siguiente me invito a su mansión para hablar de los viejos tiempos.
Me pregunto por mi trabajo, por mis tareas dentro del museo, por las medidas de seguridad, y entonces me planteo el negocio.
No se para que lo quería y prefiero no saberlo, me basta con saber que esa mujer se ha hecho a si misma deshaciendo a los que se encontraba en su camino.
De todas formas y, aunque no me creas, me negué a hacerlo, me negué hasta que me ofreció aquella increíble suma de dinero, un suma que sobrepasaba con mucho el valor material de aquel viejo medallón, por mucha pieza histórica que fuese.
Ahora, en las noches de oscuridad, donde el eco de mi silbido es la unica compañía, presiento algo que la viuda seguramente ya sabia, algo sobre que algunas joyas llevan consigo una maldición, llamame supersticiosa si quieres, pero soy yo la que esta aquí.
Por ultimo, solo me resta jurarte por mi vida que yo no mate a la viuda, aunque adivino que tu ya sabes que no lo hice. La ultima vez que la vi con vida estaba la mar de feliz, manoseando su nueva adquisición.
Debo dejarte, van a apagar la luz y no podre seguir escribiendo.
En unos momentos, en la soledad de mi celda, como todas las noches, llorare pensando en ti, en que te he perdido y ya es demasiado tarde . . .
Te quiero con todo mi ser.
Isabel.