Como ya han mencionado algunos, hay cosas que me dan más miedo que mi propia muerte (como quedar incapacitado o la muerte de alguien a quien quieres mucho). Mi muerte me da un poco igual en ese aspecto, ya que mientras vives no hay nada que temer y cuando estás muerto ya es demasiado tarde para lamentarse por ello. Respecto al temor a la pérdida en general (perder a tu pareja, la posibilidad de valerte por ti mismo, la lucidez mental, no sé, cualquier cosa que uno pueda temer) es algo que si sucede tocará aguantarse, no ganamos nada amargándonos de antemano. No es cuestión de negar la muerte, como algunos aventuran, sino todo lo contrario. Es asumir que nuestra vida puede verse salpicada de desgracias y que no ganamos nada sufriendo de antemano. Es decir, vamos a morir, nosotros mismos y aquellos a los que queremos. ¿No es más útil aprovechar la vida disfrutando de ella que lamentándonos por un destino que no podemos cambiar?
Además, creo que no hace falta pensar en un futuro a largo plazo. Muchos se agobian pensando que su vida terminará algún día, que igual dejan cosas por hacer... y no se dan cuenta de que ese fin puede llegar en cualquier momento, nadie tiene la vida asegurada. Y el miedo a no aprovechar el tiempo disponible, a que se agote antes de lo que les gustaría, les lleva a desaprovechar ese mismo tiempo.
Personalmente, me gusta vivir cada día como si fuese el último. Porque puede serlo. No significa esto que no haga planes de futuro, porque lo normal es que uno disfrute de una vida larga y apacible. Pero soy consciente de que la vida puede escapar de nuestras manos en el momento menos pensado, la propia y la de los demás. Por eso no me preocupo por cosas innecesarias, no dejo que las dudas me impidan hacer algo que me gusta y que luego podría lamentar no haber hecho. Tampoco me gusta guardar rencor a los demás, ni en general, irme a la cama con la sensación de que hay algo en mi vida que me gustaría cambiar. Me siento bien acostándome cada noche con la tranquilidad de saber que vivo siguiendo mis ideales y que si, por algún motivo, no volviese a despertar más, no me habría dejado nada por hacer. Del mismo modo, me tranquiliza saber que si el día menos pensado me pasa algo a mí o a un ser querido, no tendré que lamentar no haberle dicho o demostrado lo mucho que me importaba.
No sé, quizás para algunos ese vivir cada día como si fuese el último (porque eres consciente de que puede serlo) sea una pesadilla. Para mí es una situación de enorme paz, que me ayuda a no molestarme por tonterías y a valorar las cosas que realmente son importantes. Vivo sabiendo que el adiós definitivo llegará, y hasta entonces disfruto todo lo que puedo, disfrutando de la vida, de la gente y tratando de quedarme con lo mejor de cada instante.
Un saludo.