Con traje de buzo, escafandra incluida.
En las ocasiones menos especiales, ropa interior y pijama, tanto en invierno como en verano. Me resulta incómodo dormir sin pijama, al igual que sin taparme con la sábana (ni el calor de Sevilla me ha quitado esa costumbre).
Cuando duermo en pareja, sin embargo, cambia la cosa. Pero porque mi nenaza es lo peor. En invierno es capaz de dormir con pijama, calcetines, otra camiseta encima y las mantas hasta el cuello. Obviamente, muta en estufa humana y si quiero sobrevivir abrazada a él sin morir abrasada, he de prescindir de mi ropa. Es todo un espectáculo...