Madre mía, madre mía, madre mía...
¿ Qué tienen en común Triangle of Sadness, la televisiva The White Lotus, incluso El Misterio de Glass Onion y sus estúpidos millonarios, ahora El Menú y alguna más que seguro que me dejo ?. Pues en mi opinión que son títulos con un eje común que forman parte de una especie de corriente post-Covid que de alguna manera y a través del humor más negro y descarnado tratan de poner en evidencia esa doble vara de medir en la sociedad entre aquellos cuyas posibilidades económicas indecentes les hacen vivir en una burbuja dorada de indolencia indiferentes a lo que ocurre a su alrededor y aquellos que sufren las consecuencias de la privación.
Aquí, como en la citadas, asistimos de nuevo a una crítica risible pero mordaz sobre ese mundo de ricachones tan pretenciosos como ignorantes cuya ocupación principal es mirarse el ombligo, esta vez con el telón de fondo de los tecno-chefs endiosados por merluzos como ellos mismos y sus payasadas culinarias llevadas al extremo más hardcore imaginable.
Tampoco es que la película sea una maravilla, no vamos a engañarnos porque a partir de la mitad pierde los papeles, pero resulta divertida en su excentricidad de cena gourmet Deluxe con sorpresa y además los protagonistas están realmente bien, con un Nicholas Hoult que es la estulticia personificada, una Anya Taylor-Joy que es el elemento extraño y el único comensal con un cerebro funcional y un Ralph Fiennes, el mejor de la función, tan brillante como aterrador en su papel de chef y líder de... bueno, mejor verlo.
Yo me lo he pasado bastante bien con esta locura porque si hay una cosa que detesto a muerte es precisamente esta fauna de cocineros mediáticos ( mi respeto al resto de profesionales ) y sus aduladores, químicos frustrados que se creen que hacen algo importante y especial con su nitrógeno y sus "esferificaciones" entre otros términos "chulos" que dudo que sepan escribir. Y por eso me ha gustado especialmente el final, sobre el que por cierto aclaro que :
Y ya en otro orden de cosas, y aprovechando que hace poco me leí el Orlando de Virginia Woolf, he revisitado la película, que no veía desde el 92, cuando se estrenó. Tenía mejor recuerdo. Digamos que aparte de la elección perfecta de la protagonista y de cierto respeto por la obra salvo ese minuto final absurdo y detestable, sigue siendo estimable en algunos aspectos pero se le ven mucho las costuras en la alarmante falta de medios entre otras cosas. Por contra la síntesis y la estructuración, que no eran un tema sencillo de abordar, se salvan hasta cierto punto. No deja de ser curiosa la comparación con lo que se lleva hoy en día dada la situación actual, dado que el valiente libro se escribió en 1928 y sin embargo el tema y el mensaje no pueden ser más actuales.