Película dura e incómoda. Y triste, muy triste. De nuevo Darren Aranofsky, en lo que a mí respecta uno de los tipos más interesantes del panorama cinematográfico desde hace muchos años, da un sorprendente cambio de rumbo y se atreve con una historia de gran carga dramática de pequeño formato que se desarrolla en un único escenario y con apenas un puñado de actores, un poco en la línea de su anterior y sorprendente ¡ Madre ! pero en esta ocasión con un planteamiento directo y nítido, sin segundas lecturas, que en otras manos podría haber resultado solo un espectáculo obsceno de pornografía emocional, que efectivamente también está presente en muchas escenas, pero que salvo en algunos excesos puntuales consigue mantener entre los márgenes de lo tolerable. Emociona pero tampoco se recrea tanto como para buscar constantemente la lágrima fácil del espectador. Sea como fuere, uno ya sabe lo que va a ver y tampoco es cuestión de negar lo evidente.
Lo primero que sorprende es la elección de un formato 4:3. Normalmente cuando se utiliza este recurso tan poco habitual hoy en día es porque se busca un impacto en la fotografía ( El Faro ) o en la puesta en escena ( el McBeth de Coen con sus angulosidades escarpadas y picados en las tomas ), ambas en blanco y negro. Dado el tipo de película uno podría pensar de entrada que no tiene mucho sentido, pero lo cierto es que sí. Toda la acción se desarrolla en un minúsculo apartamento ocupado por un Brendan Fraser inmenso, tanto en sentido literal como figurado, esa "ballena" humana del título, y el formato cuadrado ayuda a centrar la imagen ocupando todo el espacio del encuadre y acentuando la sensación de asfixia omnipresente en todo el film, de modo que sí, tiene sentido. Hay que pensar que la fotografía es en color pero en un entorno oscuro y cerrado al mundo, oculto del mismo, de hecho, y los colores son tonos cálidos y deliberadamente apagados, solo salpicados por puntuales momentos de luz cuando se abre la puerta o en algún breve flashback del pasado para realzar todavía más el contraste. Mención especial también para la banda sonora de Rob Simonsen, realmente excepcional. Personalmente me ha parecido ver en algunos momentos como en el notable tema de los créditos finales ecos de mi admirado Arvo Pärt, al que rindo homenaje con mi nickname.
En cuanto a la historia, tiene su interés porque a través de los escasos personajes que interactúan con él ( el inicio con la clase online a través del multichat visual en el que tiene la cámara apagada ya es toda una declaración de intenciones) se nos va revelando poco a poco y de manera muy medida cómo ha llegado el protagonista a alcanzar semejante estado de dejación y abandono de su propia persona. El guion funciona porque sabe conducir muy bien el entramado entre los participantes y porque hace más hincapié en el ser humano que hay bajo esa capa de grasa que en los condicionantes físicos y las limitaciones intolerables que le ocasiona cualquier acción. En este sentido Brendan Fraser está, como digo, espléndido, y su caracterización con traje prostético incluido es sencillamente abrumadora. Por supuesto el director no nos ahorra secuencias a cada cual más incómoda relacionadas con el peso y el volumen incapacitante, algunas realmente brutales, pero como he leído por ahí, no deja de ser curioso que ante tanta carga dramática, porque desde la primera y muy chocante escena ya se nos deja bien claro cual va a ser el desenlace, el personaje más optimista sea, precisamente, él. Es obvio que su trágica historia personal no ha sido ajena a su implicación en el film y que el resultado final de su magnífico trabajo le debe mucho.
El resto de apariciones orbitan en torno a esa gigantesca mole y lo que hacen es dar capas de profundidad a su personalidad para que poco a poco vayamos comprendiendo las circunstancias que le han llevado al punto en el que está. El que más me ha gustado es Liz, su cuidadora y amiga, del que no voy a revelar nada, que también borda el papel, y el que me ha sobrado es el chico, cuya presencia parece un poco forzada para introducir el tema religioso, que juega un papel fundamental en la historia pero por razones que no voy a desvelar. El personaje ambiguo de la hija ( la Sadie Sink de Stranger Things ) me deja con dudas respecto a su verdadera naturaleza y Samantha Morton cumple como su ex- mujer.
Resumiendo: creo que en otras manos está ballena melvilliana ( sí, Moby Dick también juega un papel importante ) podría haberse hundido a los cinco minutos de proyección en otras manos, pero aún con algunos problemas creo que Darren Aranofsky ha sabido mantenerse a flote y ha conseguido una película más que interesante que merece el visionado.