Si tuviesen que prohibir todo lo que no puede demostrarse por la ciencia, te cargabas de un plumazo los miles de millones de seguidores de cualquier religión. Y fíjate que la gente sigue creyendo en los reyes, el tarot y se desayuna con el horóscopo y la portada de adivinos por teléfono o se acuesta con cuarto milenio hablando sobre las voces de los muertos.