Artículo con el
que estoy 100% de acuerdo:
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ ... 8010.shtmlLa Catalunya real sale del armarioLas muestras de júbilo popular ante los triunfos de la selección española en el Mundial de fútbol de Suráfrica tienen muy preocupados a nuestros nacionalistas, siempre dispuestos a sentirse, como los personajes de la novela homónima de Fiodor Dostoievski, humillados y ofendidos. En su opinión, los pérfidos españolistas están saliendo del armario (¿donde ellos han intentado mantenerlos encerrados desde hace más de 30 años?) y hasta se atreven a colgar banderas en los balcones (cuando lo verdaderamente extraño sería
que esas banderas se vieran en Berlín, París o cualquier otra ciudad extranjera).
¿HASTA DÓNDE vamos a llegar?, se preguntan nuestros patriotas mientras llevan a cabo acciones tan demenciales como embutirse en una camiseta de la selección alemana y concentrarse en una sede de ERC para dar rienda suelta a su odio al vecino.
Si hubiera manera de razonar con ellos, les diría
que las celebraciones catalanas de los triunfos de la selección española son absolutamente lógicas en una comunidad en la
que, según las encuestas
que se han publicado, más de la mitad de sus habitantes nos sentimos tan catalanes como españoles, sin
que ello nos cause la menor esquizofrenia; una comunidad en la
que, pese al ruido
que hacen y la tabarra
que dan, los independentistas no llegan al 20 % de la población.
Pese a los intentos de CiU y ERC (con la inestimable ayuda de los pusilánimes reunidos bajo las siglas PSC, a quienes no les ha importado dejar España en las zarpas del Partido Popular) por convencernos de
que no se puede ser catalán y español a la vez (y no estar loco), parece imponerse la realidad de
que sí se puede y de
que una cosa no quita la otra.
Desde
que Jordi Pujol, ese caudillo providencial, decidió
que había
que potenciar todo lo
que nos separaba del resto de los españoles e ignorar convenientemente lo
que nos unía, los nacionalistas han ido trabajando con ahínco –y sin encontrar prácticamente resistencia en nuestras fuerzas de supuesta izquierda– en la fabricación de una Catalunya falsa
que ha acabado por imponerse a la real.
CON LA AYUDA decidida de los medios de comunicación, han construido un país en el
que todo el mundo es independentista, un país más falso
que un billete de tres euros, pero
que a los nacionalistas les gusta más
que el de verdad, pues este no deja de decepcionarles: la gente se queda en casa en vez de acudir a los chuscos referendos independentistas, celebra los triunfos de la selección española y detesta cada vez más a los políticos locales, esos personajes
que para cada solución tienen la habilidad de encontrar un problema.