Chicos, no podéis creer lo que me ha pasado, no tengo palabras, en serio, es algo indescriptible que ni juegos como Journey o Shadow of the Colossus son capaces de alcanzar. Os comento. Estaba yo creando nuevamente a mis peones en la demo europea de Dragon's Dogma cuando de repente me dije "Bueno, ya que los tengo creados, vamos a jugar la fase del Grifo, a ver si encuentro alguna novedad interesante o secreto". Total, que me adentro nuevamente en este nivel y me dispongo a peinar de pe a pa todos los rincones del escenario, buscando cualquier detalle, mirando incluso debajo de las piedras —de hecho cogí una roca de considerable tamaño con mis manos y se la lancé a uno de mis peones, son las bromas que se gastaban por aquella época— y sufriendo del mal del muro invisible al que nos tiene sometidos esta cruel demo. Pero no menos cruel es mi peona principal, quien, tras haber chocado en más de tres ocasiones con un muro invisible, me susurra al oído "este paisaje es tan grande que me gustaría perderme en él" ¡Será hija de su madre! ¡Las mujeres no tienen corazón!. Pronto me olvidé de mi cruel compañera tras encontrar numerosos objetos, desde un pequeño tesoro procedente de otra época hasta un medallón para aumentar temporalmente las defensas durante la batalla, pasando por vino blanco, botellas de agua y otros objetos. Pero esto es una broma comparada con lo que os voy a comentar: íbamos los cuatro tan alegres peinando el terreno cuando, de repente, uno de los peones alerta al resto y los hace detenerse con voz de asombro. En menos de un segundo, dicho peón me envía un mensaje que ni yo, ni seguramente ninguno de vosotros, esperaba recibir. Comienzo a leer estupefacto la misiva: "¡Unos excrementos de ciervo, podrían ser de utilidad!". El tiempo se detuvo durante unos instantes, mis ojos permanecían más abiertos que nunca, mi boca acariciando el suelo. Aquello fue un regalo que me enviaba el más allá, fue todo un momento para la eternidad, una experiencia inolvidable, extrasensorial. Acto seguido le ordené quitar sus manos de ahí, y nos dirigimos inmediatamente a descuartizar trasgos y al grifo. Aún con el corazón del grifo en mis manos, aquella gesta no significaba nada para mí en comparación con esa inolvidable experiencia religiosa, previa a la batalla, ya que entre mis filas
se encontraba el antepasado directo de Divine. ¡Que lo saquen directamente como GOTY por dios! ¡Lo quiero para ayer!
Ya tengo hechos a los dos peones de nuevo, con leves cambios. Como ando ahora mismo con bastante tiempo libre le voy a dar al coco para ponerle una historia a ambos personajes, y de paso entretener a todo aquel (o todo aquella) que guste de estas típicas historias que se comentan cuando se juega a rol (con dados y eso). Seguramente haya algún fallo porque como he comentado, esto lo estoy haciendo de carrerilla:

El personaje principal es
Leaf, una semielfa albina con un ojo de color negro y otro de color blanco. Su familia intentó ocultarla de los supersticiosos ojos del resto de habitantes de la villa, pero la energía vital que emanaba del interior de la niña la empujó cuando tenía cinco años a la plaza , un día de mercado. Poco tardaron en tacharla de maldita pese a la hermosura de su blanco pelo, y la familia no tuvo otra alternativa más que abandonarla lejos. Gracias a su enérgica personalidad, la cría supo pronto adaptarse a los peligros de aquel mundo. Su sedoso pelo pronto se comenzó a anudar, dando forma a grises rastas. Las copas de los árboles eran su hogar, desde donde asaltaba a pequeñas criaturas y bestias para acabar con su vida y tener alimento. Cuando no había agua cerca, la sangre de sus víctimas era suficiente para calmar su sed. Pese al daño que le hicieron, pocas veces atacaba a humanos o elfos, más bien procuraba intentar observarlos desde lo alto de los árboles para poder ampliar su vocabulario. En alguna que otra ocasión, cuando la comida escaseaba, se veía forzada a entrar sigilosamente por las noches en las casas de las pequeñas aldeas. En algún que otro descuido fue descubierta por aldeanos, pudiendo escapar sin problemas. De este modo se ganó el apodo de "la rata blanca" pese a a ser una niña.
Ahora, la joven cuenta con 14 años, aunque posee el coraje, la experiencia y la fuerza de un hombre de 40. Dada su naturaleza salvaje, la chica es de profesión strider, es ducha con el arco y las dagas de piedra que ha logrado forjarse.

En uno de sus largos viajes conoce a Leia, una chica de 13 años de origen humilde que con dificultad lograba avanzar poco a poco en las artes de la magia. Ella era una chica tímida y obediente, consciente del enorme esfuerzo que sus estudios suponen para sus padres. No en vano tuvieron que vender gran parte de sus bienes (corderos, vacas, bueyes..) para que Leia pudiera continuar sus estudios. La pequeña se dirigía junto a sus padres hacia una ciudad vecina para celebrar el día de la cosecha, pero la mala fortuna hizo que unos despiadados trasgos los asaltaran ay acabaran con la vida de los adultos. Leia, todavía inexperta, no pudo sino hacer arder en llamas a una de esas criaturas, lo que provocó el enojo del resto. Los desgarradores gritos agónicos de los padres y las palabras de auxilio de Leia, quien corría desesperadamente para salvar su vida, llegaron a oídos de Leaf, quien no dudó un instante en acercarse para ver si podía hacerse con algo de carroña. En un principio, Leaf no tenía la intención de ayudar a la humana, su arco estaba tensado y apuntaba en señal de amenaza hacia Leia, pero esta, de corazón ingenuo, pensaba que la salvaje acudía en su ayuda, y una vez la alcanzó se aferró a ella fuertemente mientras sus vidriosos ojos verde oliva le imploraban ayuda. Ruborizada por primera vez en su vida, y con una extraña sensación en su pecho, Leaf no dudó un instante y acabó con la vida del resto de trasgos con una lluvia escarlata. Terminada la amenaza, ambas cayeron al suelo, una debilitada ante la tragedia, otra incapaz de comprender aquello que estaba sintiendo. Las horas pasaron y Leia comenzó a calmarse, Leaf, pese a tener el estómago vacío, no podía más que ofrecer el calor de su pecho y sus brazos a la chica.
Ambas, con tan solo 13 y 14 años, habían visto como la desgracia había caído sobre ellas, pero no todo estaba perdido, ya que se tenían la una a la otra. Desde aquel día se convirtieron en almas inseparables, mientras Leaf ayudaba a Leia a forjar un carácter fuerte, esta última le enseñaba a su "hermana" mayor a escribir, a hablar y a comportarse frente a otros seres civilizados. Ambas viajaron muy lejos de allí para poder curar más fácilmente sus heridas, y bajo una única promesa: jamás abandonarse la una a la otra. Leaf se convirtió de la noche a la mañana en una figura materna y protectora que luchaba para hacerse más y más fuerte y así proteger a aquella chica que despertó en ella algo que ya había olvidado: el amor. Leia, por su parte, intentaba dejar atrás a la niña que hasta entonces fue para comenzar a ser toda una mujer mientras continuaba sus estudios en las artes mágicas como eterno agradecimiento a sus fallecidos padres.