“Quizá no exista futbolista que divierta más que Ousmane Dembélé. Pero cuando la frontera entre la genialidad y el ridículo es casi inexistente, uno corre el peligro de perder la gracia.
Hubo un tiempo en que no había manera de que en el vestuario se tomaran en serio a Dembélé. No sólo porque se malacostumbrara a quedarse dormido en los días laborables, sino porque pocas veces parecía entender las instrucciones de los técnicos o incuso las bromas de sus compañeros. "Llegó viviendo en su mundo, y sigue viviendo en su mundo", admiten desde la Ciutat Esportiva Joan Gamper. Cierto es que en el camerino abundan los chascarrillos en francés, y que el extremo, acogido en su día por Samuel Umtiti y controlado por Eric Abidal, ha agradecido la llegada de Antoine Griezmann. El ex futbolista del Atlético es quizá quien mejor interpreta sus bailes, pero también su estado de ánimo.
En las oficinas del Camp Nou, por mucho que el presidente Bartomeu, desatado, soltara aquella proclama propagandística en el amanecer del mercado -"Dembélé es mejor que Neymar"-, la desconfianza en el extremo nunca desapareció. Una sensación compartida también en la caseta. Cumple el francés su tercera temporada en el Barcelona, y pese a su bisoñez (todavía 22 años), se le exige ya una comprensión táctica de la que apenas hay rastro.
Luis Suárez, siempre expresivo en la queja, nunca ocultó sus broncas a Dembélé sobre el campo. Reproches que nunca cambian el rictus del francés. Pero fue Gerard Piqué quien más se enojó con el ex delantero del Dortmund después de que éste desistiera y se negara a correr detrás de Capa, responsable de la asisencia en el gol de Aduriz que hizo caer al Barcelona en San Mamés. Ernesto Valverde se limitó a hablar de "detalles". Piqué fue algo más allá. No nombró a Dembélé. Quizá tampoco hiciera falta: "En los últimos minutos tenemos que estar mucho más atentos. Ya nos podemos poner las pilas".
Llegaba Dembélé al estreno en la Liga después de haber lucido condiciones en la pretemporada. Pero su regreso a la alta competición le devolvió a la incomprensión. Comenzó en la derecha. La lesión de Luis Suárez lo llevó después a la izquierda, con Griezmann desplazándose al centro del ataque. Y las consecuencias de sus acciones eran siempre las mismas. Perdió Dembélé 10 balones. Sus pases pocas veces encontraron un destino apropiado. Y la noche en la que debía ejercer de agitador ante la ausencia del lesionado Messi, quien le robó el foco fue Rafinha, en quien nunca nadie repara en el club.
A dos semanas para el cierre del mercado estival, y ahora que el Barcelona se ha desembarazado de Coutinho, cedido al Bayern, al presidente plenipotenciario azulgrana le tocará decidir qué hacer con Dembélé. Fue el francés la respuesta del Barcelona a la huida en su día de Neymar. El francés sólo llevaba dos temporadas en la élite. Su precio de mercado era de 250.000 euros cuando el Rennes formalizó su primer contrato profesional. El Borussia Dortmund pagó por él 15 millones de euros, que era la cantidad que hubiera invertido el club azulgrana si el extremo galo no hubiera rechazado la primera proposición del ex secretario técnico azulgrana, Robert Fernández. Y sólo un año después, ante la urgencia por encontrar quien llenara el socavón dejado por Neymar, Bartomeu aceptó pagar por Dembélé 105 millones de euros fijos, además de pactar otros 40 en variables. Lo rocambolesco del fútbol en un solo párrafo.
En su empeño por mirar hacia atrás y completar una colección de cromos de corte galáctico, el presidente del Barcelona tendrá que valorar la idoneidad de incluir a Dembélé en la mesa de negociación por Neymar. Fue precisamente Thomas Tuchel, actual técnico del PSG, quien mejor supo explotar las características físicas y técnicas del francés en la temporada en la que coincidieron en el Dortmund. La irreverencia de Dembélé a campo abierto y su desconcertante juego de pies hicieron fortuna aquella temporada 2015-2016. Marcó el delantero 10 goles y concedió 21 asistencias. Ello no impidió que, alcanzado el verano, el futbolista se negara a entrenar y empleara la vieja táctica de la rebelión para acabar en el Barcelona.
"Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto", dejó escrito Fontanarrosa en su cuento Memorias de un wing derecho. En el caso de Dembélé, también vale para el izquierdo. Poco importa.”