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Tocando el techo de Switch
Por otra parte, probablemente una de las cosas que más nos han pillado por sorpresa de esta tercera entrega sea su apartado gráfico. Lo esperábamos potente, pero no tanto. Es más, nos atreveríamos a decir que es el juego con el mejor apartado visual que jamás ha hecho Nintendo en toda su historia. Y no nos referimos solo a unos modelados de una calidad envidiable, a unos escenarios con muchísima personalidad y plagados de pequeños detalles y elementos o a una dirección de arte sobresaliente, sino también a unos efectos de transparencias y a un sistema de iluminación que nos resultaba impensable ver en Switch hasta hace bien poco.
Pero esto no es nada si lo comparamos con sus increíbles animaciones. Luigi tiene un número de movimientos únicos realmente abrumador y a cada paso nos sorprende con algún nuevo gesto o expresión, convirtiéndolo en uno de los personajes más expresivos y vivos que hemos visto nunca en un videojuego. Son de tantísima calidad que nunca podremos quitarnos de la cabeza el estar viendo una divertidísima película de animación de alto presupuesto. La cosa va a más en el momento en el que nos damos cuenta de que todo este mimo y cuidado depositado en el hermano de Mario también se aplica a los enemigos, quienes no paran de poner caras diferentes para mostrarnos su estado de ánimo ante lo que está ocurriendo y cuyos cuerpos se deforman con una plasticidad fascinante.