Que querían ser famosas, para tratar de encaminar su vida, habían pactado con el diablo que darían su alma por la fama. Aquel pacto supondría para ellas una condena eterna, pero estaban dispuestas.
Aquella misma noche las cinco jovenes se reunieron en la catedral de León, todas las rejas estaban cerradas, el día había sido claro y tibio, pero poco a poco según avanzaba la noche, la temperatura descendía de forma drástica. Las cuatro adolescentes decididas a cumplir su propósito, recorrieron el perimetro de la gran Catedral, no encontraron nada hasta que no llegaron a la parte trasera, allí entre las frondosas arizónicas encontraron una pequeña puerta, un pequeño tirón del resbalón bastó para soltar el pestillo, la puerta rechino sobre sus goznes y se abrió de par en par.
Dentro del recinto sagrado la noche se oscureció, como por arte de magia una densa niebla descendió sobre aquel jardín. Las cinco chicas se apretaron en un grupo compacto, y tiritando avanzaron por el cesped. A duras penas conseguían ver algo, pero siguieron avanzando con determinación. Seguían un sendero seguía el muro del crucero en paralelo. Apretadas contra la pared fría y desnuda, un grito paralizó sus movimientos, aterradas miraron hacia arriba para ver rios de sangre negra descendiendo por los muros, saliendo a borbotones de las bocas muertas de las gargolas. Corriendo, dominadas por el pánico llegaron hasta la enorme puerta del crucero, las cinco se colocaon en fila y empujaron con fuerza, la puerta no opuso resistenciay se deslizó suavemente.
La oscuridad era absoluta, al igual que el silencio, el eco de las pisadas sobre la piedra inundó el interior de la nave central. Cuando todas estuvieron dentro la puerta se cerró con estrepitó, y un millón de velas se encendieron por toda la Iglesia. Pálidas y heladas ya solo podían avanzar hasta el altar.
Una intensa luz, muy blanca, iluminaba el retablo y el altar. Sobre el altar una sabana blanca y en el centro un pequeño bulto era todo cuanto podían ver. Se abrazaron casi hasta formar un solo ser, y llegaron juntas a escasos pasos del ara. El bulto se movía dentro de un lienzo blaco. Solo Mara tuvo el valor suficiente para salir del abrazo y aproximarse al pequeño paquete.
Soltando un alfiler comenzó a abrir la pequeña funda. En el interior rosado y diminuto un recien nacido dormitaba en calma. Pero al ser destapado el pequeño, se giró hacia las recien llegadas, abrió unos ojos negros como la misma noche, y con una voz de ultra-tumba grito.
- Bienvenidas, os esperaba, permitid que me presente -. A medida que aquel ser hablaba, crecia a gran velocidad, de bebe a niño, de niño a adolescente, de adolescente a joven, y así hasta convertirse en un hombre de unos treinta años.
- Soy Satanas, Belcebú, el Angel caido, el Principe de las tinieblas, mis nombres son infinitos. Seriáis tan amables jovenes putas de cenar esta noche conmigo -.
Su risa lo abarcó todo y de sus ojos brotaron rayos, y de sus manos serpientes......
(PD: siento haberme extendido, y siento la ortografía, pero es muy tarde y no me apetece repasar esto, sorry. Se que no valen comentarios pero). Hala a continuar.