Es mi primer relato, y esta hecho desde la perspectiva subjetiva de la protagonista. Personas normales como tu o como yo, envueltas en una situacion absurda que les obliga a sacar de si mismos cosas que nunca hubieran esperado tener. Espero que no os resulte muy dificil de leer, y comentadlo con toda la crudeza que querais jeje. Lo publico por partes porque es bastante largo de leer. El caso es que ya lo escribi en este foro como hace cosa de un año. Pero lo deje inconcluso y ahora que lo he vuelto a retomar, he intentado actualizar el post pero ya no se podia. Para los pocos que comentasteis el relato hace un año notareis que han cambiado algunos detalles. (el mas evidente el cambio del nombre de la protagonista). Y a los que lo leais de nuevas espero que os guste. (y si no es asi decidmelo tambien, que quiero mejorar lo mas posible). el primer capitulo son 3 partes ( y el segundo ya esta escrito y lo tengo que pasar a ordenador, pero si os gusta me comprometo a publicarlo y que no pase como el año pasado
) pues nada aqui va:
NO ESTARAS SOLA
Ya era hora, creía que no ibas a llegar nunca. Es tan reconfortante sentirle en mis brazos. “Buenas mi niña, que tal estas”, me dice con esa sonrisa que tiene desde que estamos juntos y que siempre consigue iluminarme el día. Me da un abrazo fortísimo, me encanta sentirle así. Jo, se nota que me quiere. Seguimos avanzando, cogidos de la mano, acercándonos a la puerta de la facultad. Hoy el cielo se muestra azul, y aunque ahora el aire venga frió, luego hará un día maravilloso. “Hoy va a hacer un día de césped cojonudo, no crees”. Yo asiento, pero mi mirada queda distante. Joder, hay algo que no encaja en esta situación. El me para, me mira a los ojos, se que sabe lo que estoy pensando. “Tía ¿estas bien, te pasa algo?”, mi voz lo niega, pero no mis ojos. Veo mi preocupación reflejada en su rostro, luego sus facciones se relajan y su mirada refleja todo lo que siente por mí. No se porque, pero mis entrañas se encogen, se que va a pasar algo. “Ven aquí mi niña”, me dice mientas me abraza y me besa. “No te preocupes, ya lo sabes. No estarás sola.”
Ya no esta, no le noto. Mis brazos están vacíos. Quien sabe, a lo mejor todo ha sido una mala pesadilla. Ahora abriré los ojos, y encontrare el techo de mi habitación. El movimiento reflejo de mis ojos, apuñala mis esperanzas, otra vez, y cuando mi visión se aclara, me revela el gris techo de la cámara, que hace de habitación comunal. Y la fría y tenue luz, del único fluorescente que baña de penumbra la estancia. La congoja estremece mi cuerpo, y me revuelvo en el colchón, lloraría, si no hubiera gastado ya todas mis lágrimas. Todas menos una, pero esa ya tiene dueño. La estancia permanece en un silencio, solo alterado por algún ocasional ronquido. ¿De verdad merece la pena? ¿Acaso importa algo ya? ¿O es que iba a cambiar algo, el que yo decida levantarme hoy? No estás sola, piensa en ellos, me dice mi mente, con una voz que apenas reconozco como la mía. Es cierto, un millar de personas depende de mi, no puede abandonarlos, mientras me convenzo a mi misma, noto una calidez que me recorre el cuerpo. No hoy no es el día, mañana quizá, pero hoy no. Confían en mi, se merecen al menos un día mas. Hoy le seguiré plantando cara a la vida, quien sabe...
Me levanto y me visto en silencio. Es pronto, saldré a pasear. Quizás el aire fresco me calme, y me ayude a borrar los malos sueños. Enfundo mi arma, nunca sabes cuando vas a necesitarla. Salgo de la estancia para adentrarme en el garaje. El ambiente aquí es mas frío, será porque el garaje se encuentra vacío. Los únicos coches que quedan, se encuentran formando barricadas para dificultar el acceso. Apostados sobre ellos, se encuentra el turno de guardia. Para mi gusto, los guardias son una perdida de tiempo, pero se que sin ellos mucha gente no podría dormir tranquila. Si alguno de ellos repara en mi presencia, no lo hace notar .Me dirijo a los accesos al edificio que hay encima nuestro. Puesto que el ascensor no funciona, tendré que usar las escaleras. Asciendo por el edificio, sumido en la oscuridad, pero ya se donde me dirijo, no es la primera vez que recorro este camino. Mientras asciendo, me sorprendo de que el hueco de la escalera permanezca intacto. Arriba veo una pequeña luminiscencia, debe estar amaneciendo. La luz se filtra por el hueco de una puerta, que no dudo en cruzar. Asomado a la terraza del piso 22, contemplo el mismo espectáculo dantesco, al que ya casi he conseguido acostumbrar a mis ojos. Son las 6 de la mañana, y el silencio envuelve a Madrid como una mortaja. A mi espalda el amanecer tiñe de rojo la ciudad, como si quisiera rendir homenaje al millón de inocentes, que han perdido su vida en estas calles. La destrucción ha sido caprichosa con Madrid, mientras qua algunos barrios permanecen casi intactos, de otros apenas quedan un conjunto de cráteres humeantes. Levanto la vista, y encuentro la negra silueta que andaba buscando en el cielo. La nave sigue ahí, igual que ayer, y mis venas arden de ira y de odio contra ellos. Los invasores, los Utulwe, los causantes de todo, los que nos lo han arrebatado todo. Ya solo me queda el odio, y gritando a pleno pulmón, juro por mi vida que les destruiré, y para mis adentros juro por todo lo que te quiero, que al menos venderé cara mi vida.
Regreso abajo con la determinación renovada. Mientras cruzo el garaje, oigo el ruido de la estancia contigua. La gente ya se esta desperezando, al acercarme a la puerta, veo salir a un hombre. “Buenos días Natalia”, “Buenos días Ángel”, mientras intento corresponder a su sonrisa, con algo parecido a la mía “El desayuno esta ya casi preparado”, me comenta mientras se aleja hacia el puesto de guardia. Me dirijo a las escaleras para bajar a nuestro improvisado comedor. Es increíble que hayamos reconvertido este parking subterráneo, en el hogar de más de un millar de personas. Me dirijo hacia el comedor observando como todo el mundo, se encuentra ocupado en sus quehaceres. Y sin embargo a mi paso, siento como todas las miradas confluyen en mí. Y siento como decenas de pares de ojos buscan mi fuerza, mi determinación o un milagro para devolverles su vida. Intercambio afectuosos saludos con Luís y Ana, que llevan conmigo, prácticamente desde el día que salimos del coma .Ahora están saliendo, y creen que el amor les dará fuerzas para destruir a nuestros enemigos, ojala yo lo tuviera tan claro. Mis cavilaciones son interrumpidas por una voz estridente, “Natalia, Natalia, Natalia,”, y un peso muerto que se cuelga de mi espalda. Una sonrisa se dibuja en mi cara, mientras intento descolgarme a Amanda, de 5 años. Fue rescatada la semana pasada, junto con su madre y unas 20 personas más. Su madre llega corriendo sensiblemente alborozada, diciéndole a su hija que no me moleste “Da igual Noelia, si no es molestia”, mientras beso a la niña en la frente, y la devuelvo con su madre. Ella me mira con expresión ausente, de miedo aprendido. Ante mi sonrisa, su expresión se suaviza. “Gracias Natalia, gracias por todo lo que...”, “No me des las gracias, haz que haya merecido la pena, por ti, por ella” Y nuestros caminos se separan. Llego al comedor, allí me siento junto a viejos conocidos, y tomo mis cereales en silencio. La acabar me levanto de la silla “Alejandro quiere verte, dice que te espera en el despacho, es importante”, me dice el Dr. Márquez antes de que me vaya. Le agradezco a Emilio el aviso y me dirijo al despacho. Así que Alejandro quiere verme, eso es que hay algo importante. Entro en el despacho, el cual no es más que una habitación que antes guardaba enseres de limpieza, y que ahora cuenta con una mesa que rebosa, llena de papeles. Alrededor de la cual se encuentran 3 hombres. “Buenas Juan, buenas Carlos”, “Saludos comandante, Vázquez”, me contesta Carlos mientras se cuadra. “Buenos días Natalia”, Me recibe Alejandro con una amplia sonrisa. “Un placer veros a todos, tan preparados, tan pronto” contesto mientras ahogo un bostezo. “¿Haber que coño es lo que tenemos?” “Un informe de los de arriba, una extracción para dentro de 8 horas aproximadamente, en los alrededores de la plaza de Santa Ana”, contesta Alejandro totalmente en serio. “¿Es fiable la información?”, “Ni idea, yo apostaría que si”, “Y una mierda”, grita Juan “La ultima vez que hicimos caso a los militares, perdimos a 15 de los nuestros para nada”, A mi mente vienen los recuerdos de aquella noche, de Cris tirada entre los escombros, intentando inhalar algo de aire con sus costrillas hechas trizas, al tiempo que con su ultimó aliento, me pedía que no perdiese la esperanza. Que ella lo sabia, que mi búsqueda, no era en vano. “Yo también recuerdo esa noche”, “Pero también sabes, que no podemos dejar ahí a esas personas. Les presentaremos el plan a todos a ver cual es su opinión”, “Luís convoca el consejo”.
Una hora después, y tras haber estudiado detenidamente el informe, me dirigí a una de las plantas del garaje, que nos servía como centro de reuniones. Al llegar la discusión ya había comenzado, por lo que al parecer, alguien ya había largado lo del informe. Las aproximadamente 400 personas que allí había, hablaban o discutían en pequeños corrillos. Mientras me acerco al grupo principal, algunas personas reparan en mi presencia. Las conversaciones bajan su tono, para luego extinguirse totalmente. Y el silencio se extiende desde mí, como ondas en un estanque. Tras pocos segundos, apenas quedan ruidos que acompañen a los de mis pasos mientras me dirijo a una pequeña tarima. “Ya se el tema que os preocupa a todos, pero primero vamos a tratar otros, como el estado de las provisiones y los informes de guardia”, explico, con un grado de autoridad, y de confianza en mi misma, que jamás habría creído tener hace 2 meses. “Tenemos provisiones para 2 semanas, y no ha movimientos enemigos en nuestra zona”. Oigo murmullos de aprobación. “Y ahora, voy a explicar el contenido del informe.” “Nos ha sido enviado por telégrafo a las 8 de la mañana, por los mandos militares del refugio de Gredos. Hoy cerca de las 4 de la tarde, esta prevista la extracción, por parte de los Utulwe, de prisioneros en un numero aproximado de 120, en las inmediaciones de la plaza de Santa Ana. Se calcula que se trasladaran en una nave de desembarco, a una de las naves nodrizas que operan en el cielo de Madrid. Desde Gredos, se nos ordena que impidamos esta operación”. A lo cual muchos individuos responden con quejas abiertas, quizás más que por la dificultad de la operación, por el hecho de que las ordenes vengan desde Gredos. Las protestas van subiendo de tono “Pero que diablos os pasa, es así como pretendemos luchar contra los Utulwe, o es que estamos dispuestos a no hacer nada por aquellas personas. ¿Queréis abandonarlas a un destino mucho peor que la muerte?” grito un joven que acababa de coger el micrófono “Lo que no podemos hacer, es desperdiciar inútilmente nuestras vidas, para cumplir un encargo de los tipos, que viven cómodamente en sus refugios montañosos”, grito un mujer de mediana edad, a lo cual siguieron varias voces que le daban su apoyo.
“Silencio”. Se elevo un voz por encima de las otras “Es que acaso hay alguien aquí, que no haya perdido ya suficiente, como para no poder arriesgarlo todo”. Reconocí el familiar tono de voz de Alejandro, Tan cargado de ira, que esta casi se podía cortar en el ambiente. “Acaso los Utulwe, no nos lo arrebataron todo. Nuestros recuerdos, muertos bajo los escombros, nuestras vidas, que ya no valen nada, e incluso hemos perdido tanto, que ya no nos atrevemos ni a soñar. Y ahora, que tenemos la oportunidad de devolver el golpe, ¿vamos a retiraremos acurrucados de miedo?”, continuo Alejandro mientras se hizo un silencio sepulcral “Hoy nuestra libertad, pasa por la aniquilación del invasor, nuestra única oportunidad de supervivencia es la lucha, y si no podemos legar a nuestros hijos un mundo libre, al menos heredaran el ejemplo de una raza, que no se rindió jamás”, la ira de Alejandro había contagiado a muchos de los presentes, e incluso yo, sentía el fuego de la ira en mis entrañas “Solo en nuestras manos esta la decisión, podemos agostarnos aquí, y esperar de brazos cruzados, a que nos maten como perros. O podemos plantar cara a los Utulwe, y devolverlos parte del sufrimiento que nos han causando. ¿Estáis dispuestos a luchar?” Y el grito subsiguiente, ahora todo rastro de duda u oposición “Por amplia mayoría, queda aprobada la operación, los voluntarios, que se presenten en el arsenal a las 13 horas, para la asignación de equipo”. La asamblea se disolvió, y todo el mundo volvió a sus ocupaciones.
Después, me dirigí hacia mi despacho personal para coger mi equipo. Cerré la puerta del despacho, y comencé a revisar mi equipo. Comprobé el funcionamiento correcto de la pistola de plasma, y también los mecanismos de activación de mi espada monofilamento. Al activarse, la hoja brillo con una luz azulada. Blandida correctamente, la hoja es capaz de cortar casi cualquier material conocido. Lo bueno de ser la líder de un grupo, es que siempre te quedas con el mejor equipo pensé sonriendo. Si bien es cierto, que la mayor parte de ese material lo había rescatado yo. Ambas armas, habían sido encontradas cerca de los restos de las naves de los enemigos de los Utulwe. Estas naves cayeron a tierra, tras el enfrentamiento con los invasores. Aquella batalla, fue a la que llamaron “Las luces en el cielo”, ese fue el comienzo de todo. Mis manos cogen ahora una gastada cartera de cuero. Y mientras observo tu foto, mis cuencas se llenan de lagrimas, tu foto sonriendo, sonriendo para mí , sonriendo al pensar en mi. Y en mis manos tú ultimo recuerdo. Lo sostengo y como siempre me llena de calor y comprensión. Aquel colgante que yo te regale, aquel que tu me dejaste junto a una nota de despedida. Y del cual siento como emana todo tu amor. Sigues vivo, lo se, mi corazón lo sabe, tu colgante se lo ha dicho. Igual que todas las veces, desde que desperté y ya no estabas, desde que desperté a este mundo de pesadilla “Sigues creyendo en que hoy vas a encontrarle, verdad Natalia”. Y asustada me doy la vuelta para ver a Alejandro apoyado en el marco de la puerta “Créeme, Natalia, se que esta vivo, no se como lo se, la verdad, quizás me hayas acabado convenciendo y todo”, dijo marcando la frases con un sutil tono irónico. Me quede mirándole, y el silencio cayo sobre ambos. Me observaba tranquilo, sin que su cara revelase el, la mas mínima preocupación, es todo fachada. Yo ya sabia que el Alejandro que conocíamos, murió hace ya 2 meses, y que había madurado a golpes. Ya no seria nunca la persona despreocupadamente alegre de antaño. La verdad, es que todos habíamos cambiado. “¿Si el estuviera aquí, todo seria distinto, verdad?”, pregunte dejando escapara en mi voz un ribete de esperanza. “Y si Maria no nos hubiera dejando por perseguir fantasmas, y si Cris y Elena siguieran vivas. Si, todo seria muy distinto”, dijo dejándose llevar por la ira y la amargura. Y el silencio volvió a caer sobre ambos como una lapida. “Iré al arsenal para organizar el equipo”. Me dijo y se dio la vuelta. “Allí os espero mi comandante”, y la sensación de profundo orgullo se marco en la frase. Abandona la habitación “Aun así, estoy seguro de que el no te abandono por gusto. Y si, me gustaría tenerle a mi lado en la batalla que se avecina” dijo mientras me dedicaba una ultima sonrisa. Allí me quede sola. No estarás sola, me dijiste en aquella nota de despedida. Ahora me siguen cientos de personas, pero en mi corazón... No, mi corazón sabe que sigues vivo, y que no te has rendido. Y que parte de ti luchara conmigo hoy. Beso suavemente el colgante, y no se como, pero se que has recibido ese ultimo beso, y que estés donde estés, has vuelto a sonreír.