@Jorgeche27A mi lo que le pagamos a la familia de Felipe es lo que menos me preocupa (que también) el problema de la monarquía es que -contrariamente a lo que expones en tu comentario-, prepararse para un puesto como este desde el nacimiento no es una garantía de un buen servicio en absoluto; perfectamente puede pasar que esta persona se identifique más con los intereses de las élites que los del pueblo o incluso del propio estado. Y eso sin pararnos a cuestionar si es ético condicionar de esta forma a un niño, imponiéndole una vida que será muy pintoresca y remunerada, pero sobre la que no va a poder elegir nunca.
Yo he apoyado la monarquía en el pasado, pero era por una forma frívola y errónea de entender la tradición y el prestigio de un estado. La institución de la corona es una proyección idealizada de las virtudes y valores que debería tener un estado, personificado en la persona del rey. Así funcionaba en el pasado pero en el siglo XXI, además de ser un sinsentido conservar un ideal medieval, es contraproducente, pues la pompa y boato estético de la monarquía -aunque pueda parecer a algunos una curiosa tradición pintoresca-, lo que provoca es la transmisión en el inconsciente de una distancia abismal entre el ciudadano de la calle y la política institucional, haciéndola parecer algo inaccesible y lejano.
Pero es que además es literal, en España la máxima representatividad del estado está vetada a la ciudadanía, porque la ejerce una suerte de ser superior en su lugar. Hoy día pocos creen en el derecho divino, por lo que se infiere que esa persona es el jefe del estado porque hemos delegado en ella nuestra responsabilidad como ciudadanos, así de claro hay que decirlo: España es una sociedad inmadura, un pueblo que cede sus derechos a cambio de una teórica dignidad representativa (apoyada en una tradición superada por la ilustración) que supuestamente tiene prestigio en el extranjero, otra mentira...
Sin entrar a valorar la imagen de vividor que la prensa extranjera manejaba de Juan Carlos antes de su caida en desgracia en España, ningún país se toma ya en serio el cuento de las monarquías, más bien se percibe como una excentricidad anacrónica, opaca, decadente y generadora de escándalos, desde Inglaterra a Japón, pasando por las monarquías escandinavas, donde no se las valora por otra función que la de enfatizar su soberanía e identidad frente al complejo de saberse pequeños estados. No es este el caso de España, tampoco es un referente Inglaterra, cuya monarquía han convertido en un patėtico souvenir solo sostenible desde el beneficioso papel de escudero del imperio estadounidense.
Sin duda, estoy convencido de que España es un país encorsetado y estancado por una oligarquía que tutela a su pueblo neutralizando su fuerza, creatividad y ambición; una oligarquía de la que esta institución forma parte indisoluble y sería bueno erradicar para emanciparnos como nación libre, soberana y mayor de edad. Vale que ha sido parte de nuestra historia, pero ya está, tuvo su tiempo y ya está superada. Solo espero que se consiga antes de amargar también la vida (aparte de Leticia, que no sabía donde se metía) de esa pobre niña a la que le van a condicionar toda su existencia sin que pueda siquiera elegir. Eso es responsabilidad nuestra y yo no voy a participar de ello.
Yo tampoco me imagino a un Zapatero o Rajoy como jefes de estado de España, por lo que creo que una República nos obligaría a ser más exigentes con nosotros mismos y a la hora de elegir a nuestros representantes. En definitiva, no es un capricho, es necesario, muy necesario conseguir la Republica.