La situación tiene tintes rocambolescos, puesto que VLSI, la firma agraviada por la infracción de Intel, no vende ni desarrolla producto alguno, limitándose a mantener la propiedad de dichas patentes. De hecho, ni siquiera tiene ingresos; el proceso legal que ha conducido a esta indemnización es su única actividad conocida.
Las patentes en cuestión fueron registradas inicialmente en 2010 y 2012 por FreeScale Semiconductor y SigmaTel, pero tras la compra de la segunda por la primera fueron incorporadas al catálogo del fabricante de procesadores neerlandés NXP Semiconductors, que en última instancia las vendió a VLSI en 2019. Ahora, NXP podría recibir parte de la indemnización otorgada a VLSI.
Si la historia de las patentes es enrevesada, la de VLSI no lo es menos. La compañía inició su andadura en 1979 como fabricante de semiconductores (VLSI Technology, Inc.) y formó parte del grupo inicial de inversores de ARM. En 1999 fue comprada por Philips y parcialmente disuelta en la escisión que ahora conocemos como NXP Semiconductors, disgregada de Philips en 2006. Esta empresa, sin embargo, es distinta de VLSI LLC, protagonista del litigio y creada hace cuatro años.
Según ha declarado Intel, que asegura estar escandalizada por la conducta de VLSI, sus adversarios "tomaron dos patentes que no habían sido utilizadas durante 10 años y dijeron 'nos gustaría tener 2.000 millones de dólares'". El argumento no convenció al tribunal, que rechazó los intentos de Intel para cerrar el litigio a su favor alegando que una de las patentes cubría desarrollos realizados por sus propios ingenieros.
Intel ha anunciado que recurrirá el veredicto. VLSI, por su parte, se muestra satisfecha con el resultado, y NXP no ha querido hacer declaraciones al respecto.