Final Fantasy VII
Redescubriendo un clásico.
Es quizá una condena tener mala memoria; porque cuando se trata de rejugar, uno olvida fácilmente y se pierde ese factor romántico; pero también tiene su parte positiva, visto desde la otra cara de la moneda. Cuando pasa mucho tiempo, y con la capacidad de sorpresa a estrenar, también uno puede valorar un juego como Final Fantasy VII como si fuese la primera vez.
Es entonces cuando me doy cuenta, tras empezar esta aclamada obra, que toda la fama que precede a la séptima fantasía de la antigua Squaresoft no es en vano y que me hallo ante un clásico atemporal. Lejos de ser purista con respecto a los gráficos —algo que no tiene sentido si se quiere apreciar debidamente la historia original de Cloud—, hay que hacer un pequeño esfuerzo, minúsculo si amas el mundo del videojuego, para atisbar el porqué este título es una obra maestra. Algo que se intuye desde los primeros compases del juego.
Es muy difícil explicar la grandeza de FFVII, porque se mueve entre el hecho de ser un clásico de la edad de oro del jrpg, y dejar unas sensaciones que, como videojugador, solo se pueden experimentar cuando nos ponemos a los mandos.
Una historia futurista, una narrativa sencilla y trillada; pero ejecutada con maestría absoluta; unos personajes entrañables y carismáticos; un sistema de batalla majestuoso; una banda sonora penetrante y un apartado visual que necesita ser mirado con la visión genuina de una Psone y todo lo que se podía ofrecer en ese aspecto en aquellos tiempos para ser apreciado. Todo eso es lo que conforma Final Fantasy VII, sumado, inexorablemente, a las sensaciones que deja el juego en cada momento. Sensaciones que, insisto, solo se pueden percibir a los mandos. Ni yo ni nadie puede describir lo que sucede cuando vuelves a Midgar o descubres por primera vez una de las obras magnas de la actual Square Enix.
Bayonetta 3
Contrastando con el clásico Final Fantasy VII, algo de rigurosa actualidad.
Cuando salió el juego, lo probé unos capítulos y supe que estaba ante otra obra maestra de Platinum; pero no pude jugarlo con el tiempo necesario ni la atención requerida.
Bayonetta 3 rompe todos los moldes, en lo narrativo y en lo jugable, con respecto a sus anteriores entregas; pero una vez habituado a las novedades, es imposible no sentirse como en casa. Me hallo tremendamente sorprendido en lo referente al apartado técnico; pareciéndome uno de los juegos mejor optimizados de Switch, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que mueve y a la velocidad con la que sucede todo. La bruja vuelve por todo lo alto con una entrega que rezuma un tipo de épica que roza la locura.
Cuando comienzas a desgranar toda la complejidad jugable que entraña esta tercera entrega, todo se vuelve orgásmico; delicioso; increíble. Me gusta el hecho de que hayan abandonado el plano esotérico de los dos primeros juegos, para anteponer el concepto multiverso a la saga; algo que casa a la perfección con el argumento primigenio.
Es para mi inevitable, de primeras, no sentirme vencido por la complejidad de esta entrega; pero solo es cuestión de tiempo y un pequeño ejercicio de adaptación, cuando uno contempla, atónito, como la bruja vuelve a las andadas sin perder su esencia original; pero proponiendo algo fresco incluso para su propia franquicia. Es un salto de gigante que, quizá, necesitaba la ip para ser revitalizada. Es mi fémina favorita de los videojuegos y una de las sagas de mi vida como jugador. Como siempre, Platinum, lejos de decepcionar, consigue volverme a sorprender como ya va siendo habitual con la compañía del genio Kamiya.