Esa tienda ha basado su éxito desde que se abrió (hace unos meses, vamos) en la provocación, de hecho el ayuntamiento ya le metió el puro por la publicidad (y eso que el ya candidato de la Junta está bendito por Pedro Sánchez, para que os hagáis una idea de cómo sería la cosa) y es que así dictada la noticia y yo como sevillanito y a la vez agnóstico entiendo las dos posturas.
Hacer eso en Sevilla es un sacrilegio y una falta de respeto, por mucho pene o vagina de pan y dulce de leche que haya, porque una gran parte de la población van a sentir correlación entre lo que sienten hacia unas figuras (recordemos que hay idolatría y devoción a otras de madera) y la degeneración sexual de éstas. No sé si soy capaz de extrapolar lo que ellos más o menos sienten, pero se podrían hacer analogías similares en otros rincones no ya de España, sino casi de cualquier sitio del mundo.