Pues si los medios "oficiales" no lo hacen es bueno mirar los otros medios.
Os dejo una editorial de un medio "no oficial", creo que hay cosas que es mejor no olvidar ni pasar por alto.
Oscar Mateluna - Exiliado chileno y militante de Askapena
Treinta años del drama de Chile
Han pasado treinta años, pero recuerdo que el despertador sonó a las 7'30, como de costumbre, para escuchar el informativo de Radio Nacional, la radio del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Silencio. No había informativo ni emisión. Qué raro. Enseguida pensé, ¡ingenuo de mí!, que el fallo se debía a la instalación de los nuevos equipos, aquellos que nos iban a permitir que la emisora se escuchara en toda la zona central. Media hora más tarde me volvió a despertar el inconfundible tableteo de las ráfagas de ametralladora. Con el corazón en un puño, recorrí el dial en busca de las otras emisoras de la izquierda, Nuevo Mundo, Minería, PortalesŠ hasta llegar a Radio Magallanes, la del Partido Comunista, la única que seguía en el aire. Todas las demás habían sido bombardeadas y silenciadas al amanecer.
Ya en la calle, en la esquina con la Alameda, aún pude comprar la última edición de la revista "Punto Final", con el siguiente título en portada: «¡Soldado, no dispares contra el pueblo!». El llamamiento llegaba tarde. El Ejército de Chile había puesto en marcha su maquinaria de guerra contra un pueblo desarmado. Estábamos viviendo un golpe de estado.
No voy a extenderme en la historia de la asonada ni en los detalles del horror posterior: las ejecuciones, los centros de tortura, las desapariciones, los campos de concentración, el exilio. En este aniversario, especial porque completa una década, todos los diarios, revistas, radios y canales de televisión abundan en reportajes, testimonios y valoraciones de todos los tipos y colores, por lo que puedo ahorrarme el dolor de tener que escribir sobre ello, y dedicarme a hablar de la esperanza.
Un grupo de jóvenes de la Asociación Hijos, que no necesita presentación como nuestra Etxerat, está en huelga de hambre desde hace más de veinte días. Ellos y ellas han recogido las banderas de sus padres y madres para prolongar la lucha, haciendo frente a los nuevos intentos de imponer la impunidad de los criminales.
La derecha pinochetista, que se ve victoriosa en las próximas presidenciales, gracias a la frustración y el desencanto de los gobiernos de la Concertación de centro izquierda, quiere iniciar su nueva andadura sin el lastre de los procesos judiciales por los desaparecidos y ofrece a los familiares de las víctimas una compensación económica, a cambio de que acepten firmar un dictamen de muerte presunta. Impunidad por dinero.
El presidente socialista de la Concertación, Ricardo Lagos, ofrece rebajas de condena a los represores que entreguen información sobre la ubicación de los restos de las víctimas. La localización de los restos permitiría cerrar judicialmente todos los procesos por secuestro calificado (abiertos precisamente por no haber aparecido los cuerpos), entre ellos el de la Caravana de la Muerte, el del propio Pinochet, y poner en la calle a todos los militares y agentes actualmente detenidos, por aplicación automática de la Ley de Amnistía de la dictadura.
La propuesta de la Concertación y su renuencia a derogar la Ley de Amnistía no es ninguna sorpresa. Es coherente con la «autocrítica» del Partido Socialista, formulada en el Congreso de 2001 y retomada por Lagos en su planteamiento, según la cual el Gobierno de la Unidad Popular y la izquierda seríamos también responsables del «enfrentamiento entre chilenos», por haber querido ir «demasiado rápido y demasiado lejos» en un proceso de cambios para el cual «la sociedad chilena no estaba preparada».
Mentira. La derecha, los grandes empresarios, el imperialismo y su brazo armado, los militares, no dieron el golpe porque quisiéramos cambios «rápidos y profundos», sino lisa y llanamente porque queríamos cambiar lo que, hoy más que antes, es imprescindible cambiar, en pro de una sociedad más justa. En Chile y en el mundo de hoy el 20% de los poderosos se apropia del 80% de las riquezas, dejando para todo el resto el sobrante 20%. A la hora de repartir estas migajas, la inmensa mayoría recibe muy poco o nada, pobreza o miseria. Esto es lo que reclamaba y reclama un cambio, y tiene que ser urgente y profundo.
El discurso de los cambios paulatinos y posibles no es sino la máscara que oculta la decisión de no cambiar nada. De hecho, desde 1990, los gobiernos de la Concertación han seguido aplicando la misma política que la dictadura: libre mercado, privatizaciones y concentración del capital en manos de una decena de grupos.
La huelga de Hijos y la movilización de todos los grupos de derechos humanos, de la izquierda consecuente, de las organizaciones sociales y de un amplio espectro de personalidades contra la impunidad es, por ello, un grito de esperanza. El terrorismo de Estado no consiguió poner de rodillas a todos y todas. Hay muchos miles de mujeres y hombres dispuestos y decididos a luchar, a pesar del miedo. Salvador Allende, Víctor Jara, Miguel Enríquez, Diana Arón y todos los caídos y caídas pueden sentirse orgullosos de sus herederos políticos.
Al evocar estos nombres me vienen a la memoria los versos de la canción póstuma del Che. No los de "Hasta siempre, comandante", porque esa fue escrita cuando el Che vivía y se despedía de Cuba para ir a combatir a otras latitudes. El otro poema, de Carlos Puebla, dice: «Que pare un momento el son para enjugar una lágrima. Una lágrima de pólvoraŠ por Che Guevara. Que pare el son». Que siga la lucha. -