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Curiosa nueva incursión en la obra a cargo de Joel Coen en solitario, apenas 6 años después de la última muy notable y muy sangrienta entrega a cargo de Justin Kurzel con Michael Fassbender. A diferencia de la anterior esta es de raíz netamente teatral y no cinematográfico, y se asemeja mucho más a la película de Orson Welles de 1948. No exenta de muchas virtudes en el apartado visual, también es lícito preguntarse si era necesaria, con montones de versiones a sus espaldas. Sea como fuere Shakespeare es afortunado porque sus obras en pantalla grande han tenido en general muy buenas traslaciones. Por otro lado también es cierto que además de tener montones de otras obras que también merecerían un revisitado en el fondo casi toda historia de cualquier color y pelaje tiene un poso del bardo, porque no hay tema de la condición humana que no fuera tratado en alguna de sus obras.
Dicho lo cual: la película es bastante respetuosa con el texto, dejando de lado algunos factores como por ejemplo que al parecer se han acortado algunas líneas por necesidades de guion - obviamente no lo recuerdo, hace demasiado tiempo que lo leí - , que la edad de los protagonistas no se corresponde en absoluto al ser aquí sexagenarios y en el ocaso de sus vidas, lo que podría chocar con la ambición desmedida de los personajes pero al menos se ajusta a la ambigüedad de si han tenido o no hijos en algún momento de sus vidas, etc.- y sabe entender el espíritu si bien con un MacBeth acaso más dubitativo y menos cruel de lo esperable, pero sin duda alguna su bran baza es el apartado visual. Aquí sí brilla la película. Desde el formato 4:3 que permite ajustar el foco sobre los actores con planos que remiten a la cuarta pared del teatro como si se dirigieran directamente al público hasta el formidable blanco y negro pasando por una serie de escenas de total estaticidad como cuadros, todo funciona como un reloj. La escenografía es de una austeridad sangrante para dar relevancia al texto y a la actuación, con marcos de referencia cuadrados, angulosos y hasta hirientes que permiten componer imágenes muy sugerentes jugando magistralmente con luces y sombras. Lo que en el referente de Welles era falta de medios suplida con imaginación aquí es totalmente voluntario para remarcar el carácter teatral, y lo consigue. Algunas composiciones son estupendas; la niebla, el sonido de los golpes en forma de gotas de agua que caen al suelo, ramas que golpean los ventanales, los cuerpos, los rostros en el agua que se desvanecen, y por encima de todo lo que es de lejos lo mejor de esta versión, el papel de la actriz que hace de las tres hermanas fatídicas, brujas, siervas del destino o como se las quiera llamar. Sale poco pero realmente lo borda, y lo de su cuerpo retorcido es todo un hallazgo visual.
Pero no todo es oro. El casting es... discutible. Y sí, Denzel Washington y Francesc MacDormund, productores ambos, son actores de primera ( al igual que Brenda Gleason aunque salga poco ) y además muy versados en Shakespeare. pero no los veo. Y no porque lo hagan mal, en absoluto, ni porque sean americanos, pero es que el protagonista ha desarrollado con los años unos ciertos tics muy característicos y cuesta verlo en este papel acostumbrados como estamos a sus roles de acción. Y si a eso le sumamos el doblaje, con ese deje característico de cierta chulería... Pues no. Y no es culpa del doblador, en absoluto, es solo que está demasiado asociado a cierto tipo de papeles y al menos a mi me cuesta mucho entrar en el juego. Y cuidado, que no es que lo haga mal, no digo eso ni de lejos. Posiblemente en versión original la cosa mejoraría mucho.
Otra cosa muy distinta, y aquí puedo sentar polémica, es la cuota racial. Que Denzel sea o no negro me trae sin cuidado. Aquí no es un tema de fidelidad histórica, es un tema de saber actuar o no, y él sabe. Por la misma razón que no renuncio a la Caballé haciendo de improbable Venus en Tanhausser no tiene sentido renunciar a una actorazo por el color de su piel. Es, cuanto menos, indiferente. Ahora bien, cuando medio casting es negro sin venir a cuento, porque no hay asiáticos, por ejemplo, y encima muchos de ellos dejan bastante que desear frente a la cámara... pues pasa lo que pasa, que se ve como algo innecesariamente forzado. Sea como fuere tampoco pasa de anecdótico y no es algo que vaya en perjuicio excesivo del film. Si acaso más problemático puede ser para aquel al que le venga de nuevo lo confuso que pueden resultar algunos momentos clave, como lo del "bosque que se acerca" o lo del "hijo no nacido de mujer", que tal vez no están muy bien representados.
Y finalmente el soundtrack: buen trabajo de Carter Burwell.
Resumiendo: buena película en la que se disfruta cada plano y que merece la pena ver aunque a estas alturas la historia la sepamos ya de memoria de tantas versiones que se han hecho.