El asesino de El Salobral, acorralado, abre fuego contra la Guardia Civil
La Guardia Civil ha cercado esta mañana en los alrededores del pueblo de El Salobral a Juan Carlos Alfaro, el presunto homicida de la menor de 13 años. Alfaro, que ha abierto fuego contra los agentes, estaba obsesionado con la chica y su familia había denunciado amenazas. Ayer, decenas de agentes peinaron, con la ayuda de perros y de un helicóptero, cada metro cuadrado de los alrededores de la pedanía albaceteña. El hombre que mató el sábado a una adolescente de 13 años, Almudena, de la que decía estar enamorado, y a otro vecino del pueblo, Ángel Delicado, es peligroso. Va armado con un fusil y una pistola. Y es un excelente tirador. Alfaro ha sido localizado cerca de unos terrenos que pertenecen a su familia. En la zona que su madre había señalado a la policía.
La familia está desgarrada por una muerte que creen que pudo evitarse. “La ha reventado. ¡Con cuatro tiros, la ha reventado! ¡A mi niña! ¡Yo sabía que esto iba a pasar y lo dije! ¡Lo dije y nadie me hizo caso! Ahora ya es tarde”. Adela, la madre de Almudena está desolada. En el Instituto Anatómico Forense del Hospital Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, donde espera a que a su hija se le practique la autopsia para poder enterrarla, los terribles gritos de dolor no tienen solo que ver con la muerte, sino también con la impotencia. Ella y el resto de su familia sabían que un loco de 39 años estaba obsesionado con su pequeña de 13 y que podía ser peligroso.
Lo que tanto temían sucedió el sábado. Alfaro, mecánico en paro, conocido como El Fraguel, experto tirador y con 15 armas en casa, cogió una pistola y salió a matar a Almudena, de quien, según decía, estaba enamorado. Ella paseaba con unos amigos por el centro de El Salobral, una pequeña pedanía con poco más de 1.000 habitantes a 14 kilómetros de Albacete, cuando Juan Carlos le salió al paso. Eran las siete y veinte de la tarde, más o menos. Le descerrajó cuatro tiros con la pistola en una calle La Luz, una pequeña callejuela, y salió corriendo en dirección a su casa, según las versiones de los vecinos. En ese momento llamó al servicio de Emergencias y les informó de que había matado a la adolescente.
Después entró en su casa, en una de las esquinas de la Plaza Mayor, frente a la iglesia del pueblo, y cogió un rifle. Con él en mano, se dirigió a la calle Mayor y lanzó una ráfaga de tiros hacia delante. Hasta 15 impactos de bala pueden verse aún en los edificios del fondo. Una de ellas alcanzó a un vecino que había salido al portal de su casa a fumar un cigarro para no molestar. Era Ángel Delicado, de 40 años, conocido como Pepsicolo, camionero en paro con una niña de 11 años. Murió en el acto.
La familia había interpuesto cuatro denuncias puestas ante la Policía y la Guardia Civil
En ese momento estaba hablando con él su vecino de portal, Francisco Martínez. “Casi ni le vimos”, señala. “Estábamos hablando tranquilamente uno frente a otro cuando comenzamos a escuchar los tiros. Cuando miré, Ángel estaba en el suelo”. Casualmente, el marido de la abuela de Almudena entraba en coche en ese momento por la calle Mayor. A él también le alcanzó uno de los tiros, pero tuvo más suerte que Delicado. Resultó herido leve en un brazo y fue dado de alta el sábado de madrugada. Almudena vivía con él y con su mujer. El domingo esperaba conmocionado el cuerpo de Almudena en el mortuorio del hospital, con el brazo en cabestrillo, junto a su mujer y la madre de Almudena.
Alfaro se fue corriendo. La Guardia Civil cree que huyó a pie. No lo hizo, desde luego, ni en su coche ni en su moto -los agentes tienen ambos controlados-, aunque tampoco pueden asegurar que no haya usado el vehículo de algún amigo para huir. La noche de los dos asesinatos era oscura y llovía a mares, lo que facilitó que pudiera esconderse y escapar. Los agentes lo llamaron por teléfono para tratar de que se entregara. Hablaron con él, pero sin éxito. A las 11 de la noche desconectó el teléfono. Ahí se pierde su rastro. Este domingo la búsqueda fue especialmente cuidadosa por la zona por la que supuestamente habló por el móvil por última vez, pero no lograron encontrarlo hasta el lunes por la mañana.
Alfaro sembró el pánico en el pueblo. Después del triple ataque, la Guardia Civil cerró los accesos a El Salobral y recomendó a todos los vecinos que no salieran de casa. Algunos de ellos, con miedo de que el homicida pudiera aparecer en cualquier calle, pidieron a los agentes que les acompañaran a casa, según explica el alcalde, Ángel Sánchez. La Consejería de Educación ha decidido suspender las clases del lunes en el colegio de El Salobral y en el IES de Aguas Nuevas (Albacete), donde cursaba sus estudios la menor.
La familia de Almudena asegura que se trata de la crónica de una muerte anunciada, que habían interpuesto denuncias ante la Guardia Civil y la Policía Nacional pidiendo que Alfaro se alejara de su hija, y que nadie les ha ayudado hasta que ha sido ya demasiado tarde. Fuentes del instituto armado confirman que existían denuncias de la familia: una ante la policía y otras tres ante la Guardia Civil desde febrero. A su vez, el homicida también había presentado tres denuncias contra la madre y la familia. Las mismas fuentes indican que a las denuncias se les dio el curso correspondiente y que se enviaron al juez. Indican que la mayoría eran por amenazas y que en el único caso en el que la familia hablaba de una relación entre Alfaro y la niña, se dio traslado de esa información a la Fiscalía de Menores.
"A veces la llamaba puta y zorra ante sus compañeros de colegio", cuentan los vecinos
La familia insiste en que nadie les hizo caso a pesar de que ellos advirtieron de que cualquier cosa podía pasar. Almudena comenzó a ver a Alfaro hace ya dos años. Ella tenía entonces 11 años. Él, 37. “Ella era una niña muy rockera, le gustaba mucho la música, y él la engatusó por ese lado”, recuerda Jose, una prima de la abuela de la víctima. “Se la llevaba a casa y se ponían a escuchar discos”. Poco a poco, Alfaro se fue obsesionando con la niña, según la familia de ella, hasta volverse completamente loco.
“Decía que estaba enamorado, que quería estar con ella, protegerla del mundo”, relata Jose. “Y mira cómo la ha protegido”. La madre y la abuela de la menor no querían que Alfaro viera a su pequeña. Desde el principio consideraron como algo patológico y enfermo esta obsesión de un hombre de casi 40 años por una niña de 11. Hablaron con él, Con su familia. Pero no sirvió de nada. En un momento dado, él comenzó a amenazarles: “Soy francotirador y os voy a matar a todos para quedarme con ella”, dijo a Adela, la madre de Almudena, según el relato de Jose.
“Iba a buscarla al colegio, a esperarla debajo de su casa… estaba totalmente desquiciado”, explica otra amiga de la familia. “Y no siempre iba de buen plan. A veces la llamaba puta y zorra delante de sus compañeros de colegio”. Un punto oscuro es hasta dónde la niña estaba dispuesta a mantener una relación con él. Algunas de las personas cercanas sostienen que a ella le parecía inofensivo, que quería estar con él, que en ocasiones se escapaba para verlo y que incluso le escribía cartas que después le enviaba a través de algún amigo. Otros dicen que ella ya no quería verlo. En todo caso, todos insisten en un punto básico: era una niña de 11 años cuando lo conoció y apenas de 13 años cuando él la mató. Alfaro le triplicaba la edad.
La familia asegura que, cuando denunciaban, les decían que si no había indicios de abusos sexuales y ella quería verle, no podían hacer gran cosa. Adela se encaró con él hace poco y él le plantó una denuncia por amenazas de muerte. “A ella ya le daba todo igual”, relata una amiga que espera a la autopsia en el Instituto Anatómico Forense. “Solo quería proteger a su hija. Tenía mucho miedo. Y, visto lo visto, tenía razón”. Alfaro tenía licencia de armas en vigor tipo E, D y F y tenía 15 en casa. Todas legales: escopetas, un rifle y una pistola de calibre nueve milímetros parabellum.
La mayoría de los vecinos que estaban el domingo por las calles de El Salobral dicen que los padres de Alfaro son gente normal y sencilla, pero que los hijos llevan una vida extraña. Dos de los hermanos del homicida, según el relato de al menos seis vecinos, no salen nunca de casa. Visten túnicas largas e inmensa barba y solo se les ve a veces asomados en la terraza, por la noche. Alfaro, de acuerdo a las mismas versiones, también pasó algún tiempo encerrado. Pero ahora salía. Y decía que quería estar todo el tiempo posible con Almudena. Hasta que le quitó la vida a sangre fría.
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