La historia que leerán a continuación es real como la vida misma, cualquier parecido con la ficción es pura casualidad.
Todo comenzó cuando Bob Esponja, Patricio Estrella y yo estábamos decidiendo si salíamos esa noche. Durante el día nos habíamos metido en el cuerpo unas 7 horas de autobús para visitar los Cliff of Moher, unos preciosos acantilados situados al oeste de Irlanda. En plena discusión, llegó el Señor Calamardo con ganas de fiesta. Él nos convenció de salir aunque fuera un rato a tomarnos una cerveza. Decidimos ir a un local con una especie de karaoke, con la particularidad de que la música era en directo. Antes de entrar en el local, paramos en un garito rockero y nos tomamos la primera pinta.
Una vez en el local nos tomamos la segunda pinta, con lo que al poco de salir, ya llevaba un litro de cerveza en el cuerpo y yo eso lo noto. Patricio, que es un cara, decidió que iba a participar en el karaoke. Cuando se subió a cantar, Calamardo y yo nos pusimos allí a bailar delante del escenario para animarlo. En esto que “bailando” vi a una tía increíble. Los ojos más bonitos que he visto en mi vida. Me quedé loquísimo. La chica en cuestión estaba cerca de donde estábamos los demás y de vez en cuando me quedaba embobado mirando esos preciosos ojos azules. A esto que Patricio y Calamardo, que era el único que entendía el idioma de los lugareños, salieron a fumar. En este corto espacio de tiempo, la chica de ojos bonitos se dirigió a Bob, que no supo que responder y entonces se dirigió a mí. Yo me acerqué rezando por poder entender lo que me fuera a decir; pero claro, no entendí una mierda y tuve que explicarle que era de Fondo de Bikini y que no entendía su idioma. Yo quedé frustrado; pero se ve que el cabezón de abajo se quedó peor que yo.
Empecé a actuar de forma extraña. Después de otro par de pintas subimos a la parte discotequera del local y me estuve ahí refregando con un par de tías, que al final resultaron que iban con sus novios. Muy heavy el tema. Ese ya no era yo, era “el cabesa de abajo” el que actuaba por mí. Finalmente llegó la hora de cierre (no sin antes beber un poco más de cerveza) que por esos lares es a las 2 de la mañana y tuvimos que marchar de recogida.
Esto que he contado es para poneros en situación de cómo iba yo. Lo verdaderamente extraño comienza a partir de aquí. Si sólo quieres leer lo perturbador de verdad, comienza a leer aquí.
Camino de casa, a Calamardo no se le ocurrió otra cosa que, a las dos primeras lugareñas que pasaron, invitarlas a subir de after party. Hasta aquí todo normal: un loco borracho diciendo tonterías a las primeras que pasan. Hubiera sido normal si las dos locas no hubieran aceptado. Así, sin conocernos, fiesta para todos!!! Claro, Cabesa empezó a pensar otra vez por mí e incluso empezó a conversar en el idioma nativo de las locas. Subimos al piso y empezamos a charlar. Ellas bebieron, Calamardo, Bob y Patricio también, aunque estos dos se desmarcaron del tema. Yo, por mi parte, dejé de beber, ya había bebido bastante y ya había empezado a hacer cosas que no eran normales en mí. Durante el tiempo que estuvieron allí pasaron cosas raras. Cabesa se fijó en una de ellas, la única que merecía la pena, pero finalmente resultó que tenía novio (no sé cómo los novios viven tan tranquilos en esta ciudad, el puterío está a la orden del día).
Después de más cosas raras las tías decidieron irse. En esto que al despedirme de la que no valía para nada, no sé por qué, supongo que por acción de mi colega de abajo, le metí la boca a la colega, que por supuesto recibió de buen agrado. A los 10 segundos, no más, la tía me dice: “tengo la regla”. Ahí empezó la fiesta. En ese momento se me pasó la locura, Cabesa se escondió y volví en mí. Yo le dije que nanai. Me había dado la excusa perfecta, estaba a salvo. Eran cerca de las 5 de la mañana y el no beber más me había hecho volver en mí. Me tiré en el sofá bocarriba pensando en lo que había pasado mientras Calamardo acompañaba a las muchachas a la calle. Pero claro, esto sería muy simple si acabara aquí. Cuando suenan las llaves en la puerta, Calamardo no entra solo sino que entra con la tipa esta; la deja en el salón conmigo y el hijo de la gran puta se va a acostarse.
Ahí me encontraba yo, solo ante el peligro. Una irlandesa con ganas de jaleo, que no hablaba español y doblada como una alcayata. Empezamos a charlar ahí como buenamente pude, con mi inglés básico. Le estuve contando que había estado en Escocia la semana anterior y tal. La notas, ni corta ni perezosa, se echó un leñazo de ginebra con redbull, sin hielo ni nada. A cada buche que le daba al vaso más se acercaba y más acojonado estaba yo.
No sé en qué momento se puso a hablar de Franco; pero no sólo hablaba de Franco sino que yo creía entender que decía que Franco había hecho cosas buenas y que fue un buen gestor. Y yo diciendo: “pero qué hablas puta loca???” Total, como lo decía en español, no me hacía ni caso. A todo esto la tipa me dice algo de un “shot”. A lo que yo decía: “un shot?? Un tiro te daba a ti ahora, loca”. Rápidamente entendí que un “shot” era un chupito. Le pregunto que si quería uno y me dijo que no; y yo: “entonces que carajos quieres!?”. Ya se puso la tía en un plan que no molaba mucho.
Se quitó las botas y puso las piernas por encima de las mías. Empezó a decir cosas que no entendía ni con el traductor del móvil. Pero llegó el momento cumbre, a eso de las 7:30 de la mañana, la tía se levanta la falda (llevaba unos leggins, todo hay que decirlo) y se abre de patas como si no hubiera más sofá. Se toca un poco los genitales y yo nada más que escuchaba algo de pintar de rojo. Claro, recordé que tenía la regla y se me vino una imagen muy siniestra a la cabeza: “esta quiere que meta la salchicha en kétchup y luego le pinte de rojo las cachas!!!!”. Ya empezaba a ser explícita en sus gestos y algún “come man” se distinguía entre tanto trabalenguas. Yo sólo atinaba a cantar el estribillo de la famosa canción de Amy Winehouse “noo no nooo” mientras apartaba a semejante bicho como podía. A todo esto, ya sin morado, y con la luz del día, la tía era un orco de Mordor. Además llevaba un pestazo a alcohol mezclado con tabaco que tiraba para atrás al más pintado; y el maquillaje ya todo desgastado. Eso sí, tenía unas buenas tetas, pero no compensaba. Viendo que yo no accedía, no le dio por otra que por preguntarme que a cuántas mujeres españolas me había trincado. Claro, yo que follo menos que mi primo chico pensé: “si le digo que estoy a dos velas cosa mala encima la voy a hundir en la miseria”. Así que intenté explicarle que había tenido novia durante 10 años. Pero mi inglés como ya digo, es malo, y la tía entendió que tenía novia ahora. Ahí me lo pensé, le decía que sí y fuera problema, pero le dije que no, que era ex novia; no quise ser cabrón. Finalmente a eso de las 8 de la mañana se fue y yo pude irme a la cama a descansar.
Y fin de la historia.