Bah, villaratos (¿a quién le importa el silbato loco y
arbitrario?) y equipos grandotes. Yo vivo y muero por mi equipo del alma, el ghanés Sekondi Hasaacas. Incluso salté, cuando era chaval, con las pocas imágenes que me daba mi tío Carlos, que vivió en Ghana durante unos años y trabajó como comentarista deportivo, sobre el triunfo del Hasaacas en 1977. Y ahí me encuentro, intentando buscar alguna señal pirata que transmita la liga ghanesa. No es fácil, señores. ¿Saben lo duro que me resulta, desde este pequeño rincón de España, ver las correrías de John Ainoo o el juego inteligente de Joseph Addo? ¡Qué pixelados salen! Cómo sueño con viajar a Ghana. Y poder ver, finalmente, un gol del Hasaacas a estupenda calidad.
Y cuando un servidor trata de seguir el fútbol sin dogmas, acaba por bucear también en las divisiones más horrendamente inferiores de nuestro balompié. Sigo de vez en cuando a equipos indeterminados de pueblos diminutos, todos ellos de Regional Preferente. A vosotros os costará comprenderlo, pero... ¡qué ilusión me hace ver como el delantero Sebas recibe bien una "pedrada" y chuta de pleno! O cuando hay dos pases, ¡DOS TRISTES PASES SEGUIDOS! Oh, claro. Lo comprendo. El juego del Barça está repleto de excelencias y es normal ver 20 pases seguidos. Y qué decir del juego rápido del Real Madrid. Sí, pero a mí no me la cuelan. Quiero ver infrafútbol. O fútbol rarejo.
Prensa. ¡Ah, prensa!. ¡Aaaaaaaargh, prensa... de masas! Articulistas de tercera como Roncero o Carazo y usuarios de Alevines como curarito. Leo rápidamente sus peroratas. No tienen interés, en comparación con el
delicioso artículo sobre las propiedades endocrónicas de la tiotimolina resublimada que nos legó Asimov. Si por mí fuera, Roncero curraría en mi casa. Nos haría las tareas domésticas, ¡que es un hombre fuertote!, y mejoraría notablemente nuestra calidad de vida. Hay que aprovechar ese látigo y esa escopeta de perdigones.
¡Señores, que es fácil apoyar al equipo
GIGANTESCO, al que se come España y Europa!