Precioso artículo de Ecos del balón, sobre bielsa y su athletic, obligada lectura.
Solo un mal entrenador pretende que su equipo sea perfecto. El fútbol es jugado por veintidós personas, manejan un objeto esférico con las extremidades menos sensibles del cuerpo y lo hacen a lo largo y ancho de un rectángulo gigante. La cantidad de variables que resulta de esa ecuación es incontrolable, tener una respuesta a cada una no es posible, y asumir que en un partido enfrentarás sí o sí situaciones en contra es el primer paso a dar para optar al éxito. El segundo, definir una estrategia emocional para superar sus errores. Trazar una pauta de comportamiento que ofrezca una capacidad de reacción ganadora. La mayoría de los entrenadores eligen prolongar todo lo que se pueda el intervalo que separa cada fallo del siguiente, ya sea por medio de la conservación del balón (Guardiola y su Barça), de quedar mejor tras el cambio de poseedor (Mourinho y su Real) o de garantizar una estancia cómoda y ordenada mientras lo maneja su rival (Simeone y su Atlético de Madrid). En resumen, toman medidas preventivas para espaciar los errores más visibles y los grupos crecen desde la seguridad. Luego hay un minoritario ramillete de entrenadores que se tomaron muy a pecho aquéllo de que el mejor invento de la vida es la muerte, que no viene a ser sino la adaptación radical del Carpe Diem al Siglo XXI. Marcelo Bielsa pide a la plantilla del Athletic Club, a San Mamés y a una España que desde ayer ya es suya que no tengan miedo a morir. Para él, no estar loco es la mayor de las locuras.
Pero Bielsa es un perfeccionista, no un visionario. No es que le guste fallar, lo que ocurre es que para él los mecanismos de seguridad no resultan rentables, porque ralentizan demasiado el camino hacia la euforia, su verdadero fin futbolístico. En pos de éste estructura su famosa hoja de ruta: Sus equipos tienen más la pelota que sus contrarios porque mandar estimula más que ser mandado. Sus equipos siempre van hacia el frente porque arriesgar en busca del gol produce más adrenalina que protegerla para que no la tenga el otro. Sus equipos presionan a todo campo porque robarle el arma al enemigo excita más que esconderse en casa. Sus equipos corren muchísimo más, en cantidad y velocidad, de lo requerido porque moverse emociona más que estar parado. Incluso él, en su papel, recorre el área técnica de punta a punta de manera incansable hasta que decide reposar flexionando sus rodillas, y esto lo hace porque estar nervioso inspira más vida que estar relajado, y porque sentarse como un jefe del imperio azteca es más aventurero que hacerlo como un burgués. Intensidad. No quedarse corto nunca, no tener miedo a pasarse de largo. No tener miedo a nada. Ser feliz, vivir este juego. Por eso Bielsa tiene tantos problemas en sus inicios. No es fácil convencer a núcleos sociales contemporáneos de que ésa es la manera ideal de afrontar las cosas. Ahora bien, cuando consigue que le crean… el fútbol se retuerce de placer.
Ayer, en Old Trafford, el Manchester United dio la sensación de conocer la historia. De saber que el Athletic iría a buscarles muy arriba con la idea de llevar la iniciativa, y que, por lo tanto, castigaría la ausencia de un jugador sobre el que aposentarse y la mediocre orientación de la salida de pelota que acusa el habitante del Teatro de los Sueños. En base a esto Ferguson apostó por un planteamiento conservador y reactivo, con el repliegue como fase del juego más constante y una salida en transición adaptada a los leones: Giggs como lanzador, Rooney contra Iturraspe y Young a banda cambiada, sobre su diestra natural, aprovechando que los atacantes vascos de ese perfil carecen de repliegue en transición defensiva y que en Aurtenetxe se intuía al jugador más tierno del choque. ¿Fue, pues, correcta la pizarra de Ferguson? Sí, rotundamente. El trazo fue correcto y ganador, sobre todo una vez se confirmó que Iturraspe no ataría su posición atrás y que la baja de Amorebieta era un drama. No es que el venezolano sea la quinta esencia, pero su perfil físico y técnico permite elevar la línea defensiva a una altura muy ambiciosa y productiva, y la lentitud de San José, quien individualmente no estuvo mal, lastró sobre todo a Javi Martínez, que empezaba a influir demasiado atrás, porque toda la línea tendía a recular demasiado y el Athletic se volvía largo, largo, largo. La pura realidad es que Rooney y Giggs aprovecharon este escenario para atacar de frente de manera demasiado regular a la zaga de Bielsa, y que el gol de los Red Devils fue por entonces una posibilidad ininterrumpida.
Lo que ocurre es que el fútbol no es solo fútbol, y Ferguson naufragó fuera de la pizarra. Por osadía o ineficacia, su equipo saltó al campo sin tener asimilada la idea más crucial: El Athletic Club es uno de los mejores equipos de la mejor Liga del mundo. Es buenísimo, pese a su imperfección. Y como está loco, las contras locales no mermaron su confianza, y los locales sí que acabaron por derrumbarse poco a poco ante una profundidad vasca insostenible. El triángulo martillo, conformado por Iraola, De Marcos y Susaeta, define el marco táctico. Es el pico del principio de sobrecarga. Una micro-sociedad caracterizada por la intensidad en la que el poseedor siempre se ve desdoblado por dos futbolistas, uno por dentro y otro por fuera, y que es puro vértigo. El Athletic es fluido porque el comportamiento de ese sector es siempre el mismo, todo es mecánico y siempre en la misma zona, y la constancia es un valor decisivo en un deporte en el que, por norma, no tienes tiempo para pensar. El triángulo artístico, Ánder-Muniain-Llorente, suele escorarse un poquito a la izquierda, pero ayer centralizó su influencia más que nunca, con todo el sentido del mundo. Fernando Llorente es uno de los futbolistas más condicionantes de Europa, porque es uno de los pocos que atesora recursos indefendibles. En su caso, la recepción del envío largo y el juego de espaldas. Son dos aspectos que nadie puede detener, que deben darse por supuestos para trabajar desde ahí. Pero eso lo sabemos nosotros. O mejor dicho, eso lo sabe todo el mundo, pero solo nosotros nos lo creemos de verdad, porque somos los que lo vemos todos los días. Phil Jones, Evans y Smalling sí lo creyeron vencible, retrasaron su posición y trabajaron sobre él de forma directa, algo que Ánder y Muniain aprovecharon para instalarse en la mediapunta y favorecer los desbordes. La profundidad no se traducía en un dominio eficiente de la segunda jugada, el Manchester United salía y, a veces, incluso con Iturraspe superado tras el primer pase, pero, la leche, aquéllo de encerrar a los diablos sobre su área era la repanocha.
El resultado fue justo y contundente, aunque no decisivo. El Athletic no tiene una defensa posicional de calidad, y si se ve superado emocionalmente en San Mamés y el Manchester United logra continuidad ofensiva, sufrirá. Además ayer hubo problemas en el circuito de salida que hay que solventar. La relación “jugadores por delante del balón/líneas de pase” fue, por momentos, demasiado poco competitiva, y solo la personalidad y calidad de Javi Martínez evitó una sangría de pérdidas. Bielsa debe aligerar la salida, sobre todo teniendo en cuenta que Ferguson presionará a toda cancha desde el principio. Se vaticina un triángulo artístico esta vez sí más volcado sobre la izquierda, con un mayor volumen de juego directo sobre Llorente, y Ánder y Muniain gestionando las continuaciones. San Mamés no va a perder autoestima por salir en largo. Y menos aún cuando su crack, ese futbolista que está entre los más dominantes de Europa, va a ganarlas casi todas. Ganar. Bendito verbo. Bielsa está loco para ganar. De otra manera, agarrando más, exponiendo menos, este Athletic Club no podría haber conquistado Old Trafford. Es una suerte contar con ellos. Y con el Valencia. Y con el Atlético de Madrid. Y con ese par de gigantes que ha conseguido que a un Athletic de Bilbao un Manchester United en su estadio le parezca poca cosa.