Yo paso del tema de los gemidos (aqui y en el tenis) pero si reconozco que...
comparto al 100% lo suscrito desde as.Coincidiendo con la materialización de una enérgica remontada que apuntaba a la victoria en dos sets de Carolina Marín por la final olímpica, un mal movimiento de su rival, la china Li Xuerui, obligó a la detención del partido. La interrupción, pese a las evidentes diferencias, recordó a la argucia de Nishikori con Nadal en estos mismos Juegos. Mientras España veía en Li Xuerui a su yo infantil, el que le decía a papá y mamá que le dolía la barriga para evitar la escuela, la repetición, más allá de las dotes interpretativas de la asiática, evidenciaba le existencia de torsión. Con todo, la onubense siguió jugando como si no hubiera pasado nada, segura en su interior de que lo único que sucedía era un intento de ficción de la china, como así reconoció públicamente en COPE.
Marín continuó con la misma intensidad, acaso más. Tenía toda una final olímpica a la vuelta de dos o tres puntos, un estrecho margen que no quería ni por asomo que se convirtiera en su abismo más oscuro: intentó mover a Li Xuerui como siempre y gritó en cada celebración de punto también como suele. ¿Por qué? Porque esa viene siendo su estrategia, la que tantos éxitos le ha reportado. Bajo un envoltorio de joven risueña, amable y educada, Carolina Marín guarda un afán competitivo sin límites y, sobre todo, mucho trabajo. Parte del mismo consiste en todo por lo que se le ha criticado en España: chillar, apretar los dientes, clavar los ojos en los de quien está al otro lado de la red...
Carolina no duda; no puede permitírselo, ni por dentro ni por fuera. Por eso se mantuvo firme ante la lesión de su rival. Pudo (y debió) medir más, pero muchas horas de sudores y sacrificios estaban en juego. Como su equipo, ella misma lo ha explicado en más de una ocasión. En este periódico, sin ir más lejos. De ahí que, desde su aterrizaje en Río, no haya dejado de lanzar el mismo, medido y estudiado mensaje: el oro es su única opción. Y es que, si es clave Fernando Rivas, su entrenador desde hace nueve años, igual o más lo es su preparador psicológico. De hecho, su ruptura con Pablo del Río coincidió con su peor racha desde que está en la élite. Ahora trabaja con Juan Carlos Álvarez Campillo, otro de los secretos de sus proezas.
En los últimos meses hasta Río, la obsesión de todo el equipo era clara: mejorar las piernas, pero también el cerebro. Carolina se ha exprimido hasta las lágrimas (literalmente) por luchar para ganar en Río 2016. Sus sesiones han tenido una fuerte carga de ejercicios y golpeos, pero no menos de ensayos de reacciones ante cualquier escenario: el gritar en cada punto ganado, la cara que poner yendo por debajo… Con las asiáticas es obligatorio: o te comportas así, asegura Carolina, o siempre consiguen venirse arriba. En la final tendrá que volver a tenerlo en cuenta.
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@MarioCortegana