Bueno bueno bueno, como veo que tenéis ganas os dejo un poco de relato, sin corregir faltas y sin retoques finales así que tranquilidad
No se puede decir que Julia fuera una experta en adivinar la psicología de la gente, de hecho solía fallar muchas veces a la hora de juzgar a la gente que conocía y esto le había causado mas de un problema, en el caso de Denís no tenía nada claro que debía pensar. Era sólo otro artista excéntrico de los muchos que abundaban, y siempre han abundado, en París o era alguien de quien era mejor no fiarse. Su instinto le había fallado casi siempre así que prefirió fiarse de Laroche que al menos nunca le había fallado y si no era capaz de encontrarle un trabajo como actriz al menos le había encontrado un trabajo decente con una casa donde vivir y algo que llevarse a la boca, en aquel momento muchas de las prostitutas de París eran muchachas como ella que habían llegado a la urbe esperando encontrar alguna forma de ganarse la vida huyendo del campo y el hambre, hambre, aquello le recordó la comida que le esperaba en el comedor.
De nuevo volvió a recorrer aquella casa aunque ahora empezaba a verla con otros ojos, ya no le parecía una casa tan extraña, sólo una casa vieja y húmeda. Llegó al comedor y miró sorprendida las cortinas abiertas y el comedor bañado en la luz anaranjada del atardecer, el jarrón ahora tenia flores, unas flores peculiares que nunca había visto, y que al tocarlas se dio cuenta que estaban hechas con tela i alambres, pero tan bien hechas que era difícil notarlo sin tocarlas. Y entonces fué cuando se fijó en la comida.
¡Qué cantidad de comida! ¿todo eso era para ella sola? había un pollo entero, una ensalada muy completa, un pequeño plato lleno de varios tipos de queso y una fuente con mucha fruta.
Juelia no sabía por donde empezar. Mientras comía pensaba en todo lo sucedido durante el día, había sido extraño. Primero Denís, que hombre más misterioso, después pensó en lo cerca que estuvo de...¡besarle! ¿Qué había sucedido? Fue parecido a a la sesación que había tenido cuando dijo que "deseaba" trabajar para él. A veces parecía que actuaba sin ser cosciente de lo que hacía o decía.
Denís resultó ser más atractivo de lo que se imaginó, pero eso no supondría ningún problema. Ella estaba allí sólo para trabajar, y esperaba que no fuese para siempre, quería volver al teatro algún día.
Terminó de comer y dejó todo perfectamente recogido, luego, se fue a dormir.
Despertó muy temprano, había estado soñando pero no lograba recordar el qué. Salió con un camisón blanco que le regaló su mejor amiga, Francesca. ¿Cómo estaría Francesca? Eran amigas de toda la vida, sus padres tenían una frutería y siempre que acompañaba a su madre a comprar jugaban juntas. Cuanto tiempo había pasado desde entonces...ahora francesca llevaba la tienda y todo le iba bien, de hecho le iba más que bien. Julia encontró una carta que habían dejado en el suelo de su habitación, la habían pasado por debajo de la puerta, era de Francesca. En ella la invitaba a un baile en el que celebraba su compromiso con Enric, su novio.
¡Qué alegría! Francesca se casaba. Enric era un buen hombre, Julia se alegraba mucho.
Se vistió y fue al comedor a empezar a trabajar.
De nuevo las cortinas del comedor estaban corridas, en aquella casa parecía que siempre era de noche, Denís debía ser un fanático de la noche, como casi todos los artistas suspiró Julia. Encima de la mesa un plato con unas sobras de queso, probablemente un tentempié que se había servido Denís antes de acostarse. Julia
tenía claro que su trabajo era mas dirigir la casa que hacer algo en ella, o eso le había dado a entender Denís pero tampoco era cuestión de esperar para limpiar a una persona que venía una vez a la semana y a la que aún no conocía, estaba claro que los pequeños detalles eran suyos.
Cogió el plato y se dirigió a la lavandería de la casa en la parte trasera, un pequeño edificio junto a las caballerizas que aún no había visto, de repente oyó una campanilla, muy suave, un sonido como de cristal, como el que producen las copas al golpearlas con la uña cogiéndolas bocabajo como una campana. Ahora comprendió por que no había oído la campanilla cuando ella llamó, al igual que en la casa de Laroche la campana era de vidrio, aunque en una mansión como esta no parecía una frivolidad, como en la casucha de Jean, si no algo lógico. Se dirigió a la puerta, y preguntó.
-¿Qué desea? -en realidad no sabía como se recibe a alguien en una casa como aquella.
-Oh, deseo tantas cosas, pero ¿Qué deseo podrás tu conceder a un sediento viajero del amor? - Abrió la puerta, el sediento viajero era un simple empresario del tres al cuatro, Laroche.
-Jean! Que haces aquí – Le dio un abrazo
-Bueno mi querida amiga, he venido a ver como estabas. ¿Te trata bien ese calavera de Dubois?
-Bueno, me ha tratado bien, de hecho incluso me ha preparado la cena.
-Y por supuesto la has probado, sin pensar en que es extraño que un señor cocine para su criada. No te preocupes a Denís le gusta el arte y practica todos los que puede, incluido el culinario. Por cierto ¿te ha llegado tu carta?
-¿Eh?¿Como sabes...?
-Mujer, vivías en mi casa es lógico que la correspondencia te siga llegando allí, se la dí a Denís anoche. Hablando del demonio ¿aún duerme?
-Supongo, no me he atrevido a mirar en su dormitorio.
-Haces bien. Bueno mi niña, que tal si dejamos esta casona malholiente y vamos a ver a la remitente de tu carta.
-Esto, creo que no puedo irme, mi trabajo consiste en...
-Ah, paparruchas! Denís no te va a necesitar hasta mediodía cuando se levante, además esta mañana nadie se acercará a esta casa, viene el jardinero, el se encarga de espantar a las visitas.
Jean la arrastró tirando de su brazo mientras le explicaba mil y una historias del jardinero y el por que Denís tenia a aquel hombre trabajando allí, mientras Julia no podía evitar mirar la casa mientras se alejaba arrastrada por el huracán Laroche, algo que ya era demasiado habitual en su vida.
Ale, mañana cuando os despertéis lo leéis